lunes, 27 de febrero de 2012

La victoria de 'The Artist' en los Oscars. Un comentario

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(In memoriam Erland Josephson)

Anoche se entregaron los Oscar. ¿Alguien no lo sabía? Quisiera comentar la victoria de The Artist, a la que incluí en mi selección de 5 películas que se publicó en este blog con motivo del cambio del año. Faltaba en ella El árbol de la vida. Aún lo la había visto, lo siento. Desarrollo en las siguientes líneas las ideas que en su día planteé, por lo que me autocitaré de vez en cuando.



  • The Artist, una buena película
“Hermosa obra de gran atractivo, innegable belleza y encanto. Recupera una forma de hacer cine, una época, una serie de elementos que representan los valores más profundos del séptimo arte entendido como tal”, afirmé. Tal vez me excedí un poco con esto último: más que del séptimo arte, me refería al rescate de ciertos patrones que representan el modelo institucional clásico de hacer películas que creó Hollywood. Rescate de elementos y símbolos que configuran un código no escrito sobre cómo se hacía cine, cómo se entendía, qué se debía hacer (“la tipografía de sus créditos, sus golpes de violín, sus cuidados gags visuales…”), pero “no se limita a evocar una forma, sino que la recicla y la reinterpreta”, escribí, y es verdad. No se limita a ser un ejercicio de estilo: está pensada también para un espectador de 2011. The Artist, con su discurso formal, reivindica la concepción clásica del cine como industria en sus años de mayor esplendor económico y posiblemente artístico.

  • El teorema de The Artist
Que se presente de esta forma, y que logre demostrar su “teorema” es lo que hace de The Artist un logro, ese “todo necesario en estos tiempos que corren” al que me referí en mi texto anterior... Ese teorema es que el cine, con el poder de sus imágenes (en su forma más primitiva: 4/3, blanco y negro), puede hacer reír y llorar de la misma forma o incluso más intensa que otro tipo de experiencias más actuales que incluyan sonido, color, o 3D, a la usanza de los primeros maestros de la narración cinematográfica: pongamos que hablo de Chaplin o de Griffith.

El cine en The Artist logra su pureza artística dentro de los parámetros tecnológicos más reducidos, los del cine mudo, el cine como imagen en movimiento pura. Aunque no respondiera a mediados de los años 20 al mito del cine total, del realismo integral que fue su base fundacional, tal y como señalaba André Bazin en algunos de sus textos, el cine logró –a pesar de sus limitaciones- una expresividad y unas cualidades narrativas verdaderamente portentosas. The Artist es una película que trata de demostrar que dicho modelo sigue siendo válido, y solo por eso merece ser tenida en cuenta. A destacar el, probablemente, momento más intenso del filme, al que se sustrae cualquier sonido. (También es verdad que previamente se ha utilizado una de las mejores partituras musicales de la historia del cine, a cargo del puto amo Bernard Herrmann, y eso emociona, lo quiera uno o no, pero no entraré en la demostración de que The Artist es una película que se ajusta al concepto de postmodernidad, porque es evidente).

  • ¿Qué se puede achacar a The Artist?
No es una película que deje poso, no tiene un subtexto de reflexión, no desea obtener un compromiso por parte del espectador. Pero tampoco se lo propone. Puestos a sustraer añadidos a la creación cinematográfica como producto industrial, era lógico y ético que se limitara a hacer lo máximamente disfrutable y evasiva la experiencia de su visionado.

Colocada al lado de los grandes clásicos originales, que alcanzaron esa máxima expresividad de la que hablo (pongamos que hablo de películas del último periódo del cine mudo americano como Amanecer –Murnau-, El viento –Sjöström-, Luces de la ciudad –Chaplin-…), evidentemente, The Artist palidece. Pero tampoco se propone ser un clásico. Tan solo reivindica el modelo clásico como válido para el entretenimiento a la vez que homenajea a los referentes, admitiendo su superioridad. Que diversos factores hayan propiciado su lluvia de premios, es otra cosa.

  • ¿Es The Artist la mejor película del año?
Probablemente no. Pero no entiendo la indignación de algunos con que haya ganado 5 Oscars, esa “patada a la historia” de la que habla Gregorio Belinchón en El País. Ni tanto ni tan calvo. Desde siempre, y es un hecho que se ha reforzado en los últimos años, los Oscars son una suma de diversos factores (popularidad del producto, intereses comerciales, visibilidad del filme en el mercado,…), que no constituyen la verdad absoluta sobre el arte cinematográfico. Indudablemente, Ben-Hur, Titanic y El retorno del rey, con sus 11 Oscars, no son las tres mejores películas de la historia: ¡no hace falta que yo lo diga!

The Artist tal vez haya recibido más galardones de los que merezca a lo largo de los últimos meses, pero eso no significa que sea una mala película. ¿Esperaban los “espectadores cultos” que ahora se indignan que se premiase con un Oscar El árbol de la vida? ¡Ya es bastante que la han nominado y que los académicos han hecho el esfuerzo de aparentar que de verdad valoran la calidad y no se guían, principalmente, por fines industriales! Es más, yo, si fuera Malick, me alegraría de tener una Palma de Oro y no un Oscar a la Mejor Película, después de haber recibido este premio títulos como En tierra hostil. ¿Fue En tierra hostil la mejor película de 2009? El árbol de la vida es seguramente la mejor película de 2011, no necesita premios que lo acrediten.

A los factores que señalé antes, añadiría también que The Artist es un homenaje (aunque también una crítica soslayada, por más que el protagonista se reintegre en el sistema) al modelo esencial y original de la producción industrial del cine americano, en una palabra, a Hollywood. Y a todo el mundo le gusta sentirse halagado y que le recuerden sus momentos de esplendor.

  • Los artistas de The Artist: un futuro incierto
Siento alegría, pero a la vez incertidumbre por el futuro profesional de los premiados. Tengo la impresión de que The Artist es una de esas películas que se ponen de moda (o que se impone ‘desde arriba’ que están de moda; creo que su éxito es una suma de ambas partes) y con el paso del tiempo se acaban quedando en el desván de la memoria. No se niega su calidad, pero quedan para el gran público como un hito del pasado.

Que Jean Dujardin haya sido galardonado con el Oscar a Mejor Actor no garantiza que vaya a ser digerido automáticamente por la industria norteamericana. Probablemente se cree en torno a él un cliché en base al que trabaje, o quede relegado a papeles inferiores a sus capacidades con el fin de trabajar en la industria americana. Quiero decir que, salvo que tenga mucha suerte, seguirá siendo un extranjero, como la mayoría de extranjeros premiados previamente.

“Ojalá la carrera de su director no se quede en este filme”, escribí en mi breve reseña anterior sobre el filme. Ojalá, subrayo ahora. Michel Hazanavicius tiene toda la pinta de ser un futurible juguete roto de la industria cinematográfica. El éxito de The Artist no garantiza que su talento como narrador sea indiscutible, así como la inmadurez creativa que suele acarrear una escasa carrera pueden jugarle malas pasadas. Por un tiempo será catapultado por las campañas promocionales a la categoría de auteur, de sello de calidad (como nos pasó en España con el caso de Amenábar) pero el tiempo demostrará si su talento es verdadero, y, en caso de serlo, duradero (en el citado ejemplo de Amenábar, parece que el ego y los excesivos premios han dejado paralítico al presunto artista–salvador del cine español). Pienso también en el caso del, en este caso sí, genial Jacques Demy. Su tercera película, Los paraguas de Cherburgo, marcó un hito en su producción (un éxito internacional, Oscars incluidos) que nunca llegaría a igualar comercialmente (artísticamente, creo que sí, aunque solo con su siguiente filme, producido a rebufo del éxito del anterior, Las señoritas de Rochefort), y nunca logró sobreponerse a ello: siempre fue el director de Los paraguas de Cherburgo. Se me ocurren también los nombres de muchos de esos directores premiados que luego se han caído con todo el equipo: por ejemplo, John Schlesinger, que acabaría su carrera dirigiendo producciones infames a mayor gloria de gente como Madonna; o John G. Avildsen, que se quedaría para dirigir Karate Kid y secuelas, Rocky V y subproductos de Jean-Claude Van Damme. También los hay que no se han llegado a caer con todo el equipo pero que ya han pasado su momento, como Paul Haggis. Pienso también en todos esos directores que nunca recibieron un Oscar, en los que seguramente estás pensando, y cuyos apellidos han trascendido al paso del tiempo.


Pienso en Erland Josephson, un hombre que nunca ganó un Oscar al Mejor Actor y al que, a pesar de su legado actoral, de méritos innegables, hoy no se le ha dedicado por su muerte más que unas ajustadas notas de prensa en los medios de comunicación españoles.

(Una interesante entrevista de Josephson).

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