jueves, 15 de agosto de 2013

Atraco a la de tres. 'Rufufú' de Mario Monicelli


Las traducciones es lo que tienen. A las autóctonas me refiero, sólo capaces de competir en imaginación y estulticia con las italianas. Y precisamente nuestros compatriotas, el año 58, decidieron hermanar a una obra maestra del polar con un film italiano. Que resultó ser a su vez otra obra maestra y piedra de toque de lo que se dio en llamar la commedia all'italiana.

El título original, I soliti ignoti, designa en los rotativos italianos a los "desconocidos de siempre". Entre esos desconocidos se encontraban astros en ciernes como Vittorio Gassman y Marcello Mastroianni junto a leyendas de la comicidad italiana como Totò. A la dirección figuraba el superdotado Monicelli, que contó con el libreto de tres de los mejores guionistas de la historia del cine: Suso Cecchi D'Amico y la pareja Agenore Incrocci y Furio Scarpelli. Y, para colmo, la Cardinale hacía aquí sus primeros pinitos.


Con una banda como esta, el robo más desastroso jamás pergeñado a un Monte de Piedad por los granujas de medio pelo con más alma de cántaro de toda Roma está servido. También las carcajadas, aderezadas por un final divertidísimo de tan triste, descorazonador de tan cómico.

El cine italiano, entre otras virtudes (que aún hoy perviven bien que residualmente), supo aunar una voluntad de observación rigurosa de cualquier (mal)formación de lo social con una sana tendencia a la chanza y el choteo. En la commedia all'italiana, el análisis no implica gravedad, ni la risa ligereza. Con esta fórmula mágica, Monicelli y otros genios crearon un corpus fílmico que fue y es admiración y envidia de muchas cinematografías, además de fuente de placer para cinéfilos de buen paladar. 

Todo lo dicho es fácilmente observable en I soliti ignoti. Que estas líneas sirvan de homenaje y encarecida recomendación.

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