domingo, 11 de agosto de 2013

Regresar. 'Tournée', de Mathieu Amalric


Afortunadamente, siempre aparecen películas con ese preciado ingrediente que hace trascender argumentos más o menos manidos, los tópicos manejados, los giros previsibles. Tal ingrediente es la magia y Tournée lo posee en abundancia, a menos a ojos del que esto escribe.

Tournée es la consabida historia de una troupe de artistas ambulantes y obviamente desubicados. Amalric, director tocado por la gracia y colosal intérprete, capitanea un grupo de fellinianas trabajadoras del sicalíptico New Burlesque en un recorrido a través de una desastrada Francia portuaria. Hasta aquí se puede leer, y no es que haya mucho más. O sí. La cámara y los intérpretes nos dan ese extra. Dinamismo, veracidad, tragicomedia, grotesco. El milagro de lo espontáneo, vamos.

Se habló mucho en su momento de la voracidad intertextual de la película, de sus palmarias concomitancias con Cassavetes. Opening night y, obviamente, The killing of a chinese bookie están ahí. Sí, pero también tenemos el tema, mucho más antiguo, de la máscara como parapeto/liberación, de la representación como catalizadora de redescubrimientos, reafirmaciones, redenciones a medias. Y el filme se une, por sobrados méritos, al grupo de historias que han hecho de las bambalinas y sus pobladores materia para crear conmovedoras (tragi)comedias humanas.  Me refiero a títulos como To be or not to be (Ernst Lubitsch, 1942), Cómicos (Juan Antonio Bardem, 1954), El viaje a ninguna parte (Fernando Fernán-Gómez, 1986), Vanya on 42nd street (Louis Malle, 1994) o las muy reivindicables Noises off (Peter Bogdanovich, 1992) y In the bleak midwinter (Kenneth Branagh, 1998). También nos vale gran parte de la filmografía de Rivette y otro tanto de la de Fellini.

Como en todas ellas, en la presente película vuelve a revivir la épica del grupo de profesionales de las tablas, seres desarraigados e incompletos que sólo encontrarán algo de consuelo en la común solidaridad y el movimiento continuo, en las identidades mudables, en performances que desbordan el límite del escenario. Seres en tierra de nadie, como nos viene a decir Amalric en el hermoso último tramo del film, ambientado en un hotel abandonado.

Como estos entrañables personajes, tornamos tras una gira por tierras extranjeras (sean las que sean). Esperamos, eso sí, regresar con algo más de fortuna que estas criaturas de ficción. Que este post sirva de aviso: volvemos. Que sea para bien.

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