miércoles, 23 de junio de 2010

Quédate para quererme.


Steve Earle ofreció plantarse ante Bob Dylan con sus botas de vaquero para declararle el mejor compositor del mundo. Bipolar y solitario, enigmático, mujeriego incurable y poeta antes que músico, además, John Townes van Zandt fue adicto al alcohol y a la heroína desde los 19 años, malviviendo en cabañas, casas de amigos y moteles de carretera, ahogando su delicada existencia entre psiquiátricos y bares de poca monta, alejado de los grandes escenarios. Una desgarrada vida que sigue permaneciendo en el olvido y le sitúa como figura de culto en el olimpo de los malditos del country norteamericano.

Seducido por la imagen del éxito que veía en Elvis Presley, desde los 12 años quiso convertirse en un icono. Influenciado musicalmente por predecesores del género como Lightnin' Hopkins o Hank Williams, a pesar de su escasa notoriedad entre el gran público Van Zandt inspiró a auténticas estrellas, siendo respetadísimo por la Americana Music y versionado por artistas de la talla de Willie Nelson (Pancho and Lefty), Emmylou Harris (Pancho and Lefty y If I Needed you), el grupo Tindersticks (Kathleen), los Cowboy Junkies, con quien colaboraría, o el cantautor español Nacho Vegas (Fare thee well Miss Carousel). En 2009 Earle dedicó a su gran ídolo y amigo un disco con sus mejores temas.

Sus canciones son el espíritu de la miseria que padeció, la de un superdotado absoluto ajeno a la riqueza y comodidad que le rodeaba en su Texas natal, en completa decadencia hasta su muerte. El drama de un hombre herido, desesperado y débil, sencillo, intimista, acompañado únicamente de su guitarra y de una voz que asciende desde la profundidad en que se refugian sus continuas depresiones. Incapaz de alterar su tono frágil y melancólico, en un dolor que iba más allá de su retraída y deteriorada expresión, aunque evolucionara volviéndose más accesible, jamás conoció el éxito merecido.

De su irregular carrera brillan los inicios, a finales de los años sesenta y principios de los setenta, que constituyen su etapa más prolífica gracias a una frescura que rápidamente perdería. Obras imprescindibles son sus tres primeros discos "For the sake of the song"(1968), "Our mother the mountain" (1969), "Townes van Zandt" (1969), el maravilloso directo en Houston una década después "Live at the Old Quarter" (1977), que recogía lo mejor de su carrera, o su retorno en "At my window"(1987).

Su inmenso talento fue reconocido en el conmovedor "Be here to love me" (Margaret Brown, 2004), aclamado como uno de los documentales musicales más hermosos que se han filmado nunca, que a través de la carretera y acompañado por entrevistas a sus seres más cercanos recupera viajes y recuerdos con la nostalgia de su música presente en todo momento. Imprescindible para conocerle, cuenta además con una sobresaliente banda sonora.



Atormentado y sin esperanza, alejado de la fama e incapaz de superar nada en su vida corriente, siempre autodestructivo, falleció el primer día de 1997 a la temprana edad de 52 años uno de los grandes cantautores de todos los tiempos.

"Aloneness is a state of being, whereas loneliness is a state of feeling.
It's like the difference between being broke and being poor."