viernes, 6 de agosto de 2010

In memoriam Ch. P.

2009 fue año de resurrección para Julio Cortázar desde el 12 de febrero, fecha en que se cumplieron 25 años de su muerte. Entre homenajes públicos, inéditos póstumos, reediciones originales, publicaciones conmemorativas, y demás explotaciones mercantiles ya habituales, la editorial Libros del Zorro Rojo lanzó una serie de ediciones ilustradas con algunos de sus cuentos más conocidos. Entre ellos no podía faltar El Perseguidor, obra repleta de imágenes en si misma que se adecúa magistralmente a la idea propuesta. El acompañante de Cortázar es el dibujante José Muñoz, que completa un trabajo sorprendente y llamativo con ilustraciones en blanco y negro que entremezclan el jazz, la noche y el París del los 50'.

El Perseguidor supuso un asentamiento en la carrera literaria del escritor argentino. Vio la luz en 1959 y da paso a su época de mayor inspiración, la década de los sesenta, en la que escribiría sus grandes textos misceláneos (Historias de Cronopios y Famas, La vuelta al día en ochenta mundos, Último Round), el famoso relato La autopista del Sur, y su inclasificable y fundamental novela, Rayuela. Es pues, a partir de Las armas secretas, libro de relatos en el que se incluye El Perseguidor, donde comienza a desarrollar una obra dominada por las libertades, los experimentalismos y los juegos, olvidando una primera etapa en la que mostraba cierto esquematismo formal.

Apoyado por el espíritu libertario e improvisatorio del jazz, y los misterios espacio-temporales que rodean a este género, Cortázar homenajea al virtuoso saxofonista Charlie Parker en los últimos momentos de su vida en París, con un seguimiento espectador-artista que acompaña hasta el final. No solo se deja influir por el jazz sino que supedita la literatura a una música que pasa por encima añadiendo y combinando elementos propios, al igual que hará posteriormente en pequeños homenajes a Louis Armstrong, Clifford Brown o Thelonious Monk. La historia encierra un trasfondo metafísico marcado por la mentira del tiempo que en la mente de Charlie está guiado por el jazz, en el que avanza y retrocede paralelamente al tiempo real. Sin entrar de lleno en los verdaderos problemas con la droga que arruinaron precipitadamente la vida del músico (la impactante película Bird tiene un recorrido más auténtico y biográfico), sí se observa la dicotomía entre un cuerpo cargado de vicios y un ser distante, lejano, dificil de conocer para sus amigos más cercanos, con continuos cambios de ánimo, contradicciones y actitudes pueriles.

Es presentado como un hombre consumido por los fantasmas, incapaz de comprender su talento, ingenuo e incluso ignorante, perdido en conversaciones fatuas, pero por delante del resto mientras sostenía un saxofón, su único don, su único momento de lucidez, revolucionando el jazz con su bebop, persiguiendo en vano lo desconocido, en ese juego de horas, minutos y segundos en el que refugiándose instantáneamente huye de las agujas del reloj, sensación que llegaría a resumir con un elocuente "Esto lo estoy tocando mañana".