viernes, 29 de octubre de 2010

"Blog", o las cosas de la edad.

Una de las películas que generó más expectativas antes de su estreno en el Festival de San Sebastián (tan recurrido en este rincón de cinéfagos) fue la ópera prima de Elena Trapé, Blog. Dos razones hacían de este filme una propuesta, cuanto menos, apetitosa: primero, la directora novel procede de la ESCAC, que últimamente nos viene regalando películas muy respetables firmadas por jóvenes con indudable talento cinematográfico (véase el caso de Mar Coll o de J.A. Bayona); y segundo, el argumento, con innegable morbo, basado en el caso de aquellas púberes estadounidenses que decidieron quedarse embarazadas todas a la vez, y que ya inspiró un infumable telefilm que emitió Telecinco. La película de Trapé sigue las peripecias de unas quinceañeras barcelonesas, pequeñas adolescentes, un poco inocentes, un poco estúpidas (cosas de la edad) que deciden acometer el "plan de sus vidas" para escapar de la insulsa cotidianeidad que las rodea.

Lo original de la propuesta es el papel que juegan la web 2.0 y las nuevas tecnologías en la trama. Durante más de la mitad del metraje, asistimos a las confesiones de las pizpiretas protagonistas ante sus web-cam, sus conversaciones vía Messenger o las grabaciones que efectúan con su cámara de vídeo digital. La radicalidad del experimento de Trapé (estética a base de planos fijos, narración contada por los propios personajes, arbitrariedad de las imágenes grabadas por la cámara digital de las niñas...) está bastante bien aprovechada, tanto desde el punto de vista del guión como, y por encima de todo, de las interpretaciones: la naturalidad que alcanzan las actrices en muchas escenas es apabullante, y vence al aburrimiento que es susceptible de transmitir una propuesta como esta. El elenco transmite a la perfección la confusión, miedo, ternura y compañerismo que caracterizan a los personajes (bastante parecidos a sus intérpretes en la vida real, según se rumorea).


Sin embargo, Blog provocó tras su proyección mucha división entre los espectadores. Hubo desde los que la consideraron una película muy estimable hasta los que la vieron como un subproducto sucedáneo de Física o química. La "polémica" se debe, en mi opinión, al giro que da la película en su tramo final. El juego con el punto de vista de la cámara da paso a una narración convencional, y tanto las sugerencias como el tono elíptico desaparecen, con lo cual se impone el típico modo de tratar una historia de adolescentes en situación límite. Pero la mayor virtud que, a mi juicio, hasta entonces había mostrado la película, y que queda muy relegada, es el amplio margen de juicio que permitía al espectador sobre las acciones de las protagonistas. No queda claro si asistimos al proceso de iniciación vital y sexual de un grupo de adolescentes o simplemente a la historia de unas repelentes pijas tontas que tratan de quedarse embarazadas con la única intención de divertirse. La objetividad de los realizadores se pierde al abordar la historia desde un punto de vista convencional, y así, directora y guionistas parecen ponerse de parte de estas adolescentes, con lo cual la trama pierde bastante encanto.

A pesar de ello, la película queda como un intento muy sensible por aproximarse a la pubertad, y su novedoso planteamiento estilístico nos acerca con sorprendente naturalidad a las alegrías, preocupaciones, miedos y soledades de estas chicas. La habilidad de la directora para no caer en la mayoría de tópicos que suelen poblar el cine sobre adolescentes (no creo, por cierto, que este sea un filme para adolescentes) es también muy loable. Las intenciones quedan, según mi parecer, en el aire. ¿Un canto a la inocencia perdida, a la vez que reflejo de las nuevas juventudes, cada vez más compenetradas con Internet y sus formas de comunicación?¿O simplemente un producto típico y tópico, disfrazado de propuesta rompedora, y al que sólo se le puede atribuir una correcta realización? Sea lo que sea, y guste más o menos, recomiendo vivamente su visionado. Apuesto a que no deja indiferente a nadie, lo que no es poco tratándose de una obra de apariencia tan liviana.


Un último apunte. Elena Trapé, en el coloquio que siguió a la proyección de su obra, declaró que cuando leyó la historia de las chicas estadounidenses en la que se inspiraría, le sorprendió el comentario de una de ellas: "Lo que hice lo hice porque quería a alguien que me quisiera". La directora decidió trabajar su historia bajo esta premisa. Si logró o no transmitir esta necesidad (básica para todo ser humano, por otra parte) está en manos de los espectadores decidirlo. Ahí queda.


viernes, 22 de octubre de 2010

Fassbinder. "Desesperación". El melodrama en el cine y en la vida real.





Agradeciendo ya en mi primera línea la generosidad de Carlos Abascal Peiró por cederme este hueco en su blog, me gustaría hablar de una película desconocida de un autor notable, una película que, justificada o injustificadamente, ha caído en el olvido, y que jugó en su día un papel clave tanto en la vida como en la obra de su director. Se trata de Desesperación, dirigida en 1977 por el realizador alemán Rainer Werner Fassbinder. Debido a su escasa (por no decir, nula) disponibilidad para ser encontrada, considero necesario rescatar del pasado Despair, aunque sea en forma de post, pues se trata de uno de los mejores trabajos de puesta en escena de su director, lo cual, sumado a otros méritos, hacen más que digno su visionado. Asimismo, las circunstancias personales que rodearon la creación del filme me parecen de lo más interesantes.

Desesperación cuenta la historia de Hermann Hermann, interpretado por Dirk Bogarde con su elegancia habitual, un hombre que, en la Alemania de finales de los años 20 y principios de los 30, decide fraguar un plan para huir de una vida burguesa que no le satisface. Él se siente tan solo un personaje de la vida en numerosas ocasiones, ocasiones en las que, como si se desdoblara, es testigo externo de sus actos. En el momento en que encuentra un hombre –un cuasi-mendigo interpretado por Klaus Löwitsch, el fututo marido de Hanna Schygulla en El matrimonio de Maria Braun- que cree que se le parece a él (aunque en realidad no tanto), comienza a transformarle para fingir su asesinato. La película juega con las ideas de la identidad, de la memoria y del peso que tienen nuestros actos en la vida, así como con la imaginación del personaje y con el espectador.

El guión de la película viene firmado en inglés por el autor teatral Tom Stoppard, que adapta una novela de Vladimir Nabokov y con cuya petición a Fassbinder de que dirigiera un guión suyo nace este proyecto. Es por ello que Rainer Werner limita aquí sus funciones a las de director y montador (cargo desempeñado habitualmente bajo el seudónimo de Franz Walsch, un nombre recurrente para algunos personajes de sus primeras películas). Le acompaña en esta tarea Juliane Lorenz, la que tiempo después se convertiría en su segunda y última mujer, pero de la vida privada de Rainer hablaré más tarde. El reparto lo lidera, como he dicho, Dirk Bogarde, con gran dignidad y empaque, y entre los secundarios destaca Volker Spengler, haciendo de su desagradable cuñado (Spengler destacaría y por fin tendría un papel protagonista un año después en Un año con trece lunas, interpretando a un transexual). En el reparto se encuentra Armin Meier, el novio de Fassbinder en aquella época, sobre el que también hablaré más tarde.

La película se inscribe en el tercer periodo de la filmografía del director alemán, un periodo que abarca desde La ruleta china (1976) hasta Querelle (1982, su última película). En este periodo Fassbinder trató de conseguir el reconocimiento internacional, y para ello empezó a recurrir a estrellas de otros países y a un estilo de dirección mucho más pulido y maduro, trabajando elementos como la fotografía particularmente. Para las dos primeras películas de este periodo contó con Anna Karina en La ruleta china y con Dirk Bogarde en ésta. Además de un mayor énfasis en la estética, en esta tercera etapa encontramos proyectos de gran envergadura tales como adaptaciones literarias (p. ej, Desesperación, la serie Berlin Alexanderplatz, Querelle) y trabajos en los que estudia, con la mujer como protagonista, el desarrollo de la historia alemana de la primera mitad del siglo XX, desde la crisis económica de los años 20 hasta el resurgimiento –también económico- tras la Segunda Guerra Mundial (es notable su trilogía El matrimonio de Maria Braun, Lola y La ansiedad de Veronika Voss, así como Lili Marleen, la película alemana más cara hasta 1980).

Cada año en la filmografía de Fassbinder juega un papel muy importante: salgan mejores o peores películas, su ritmo es imparable y él se mantiene en constante evolución como director. Cada año estrena, como mínimo, una película para cine y otra para televisión, o dos para cine. Es un creador constante. Como él mismo reconocía, en el cine daba salida a sus frustraciones vitales, haciendo cine encontraba sentido a su vida. Tan solo el año antes había hecho para televisión Solo quiero que me ames, así como había cerrado su segunda etapa, la de los “melodramas distanciados”, con un juego artaudiano, El asado de Satán, y había inaugurado la tercera, con el ejercicio de estilo para cine La ruleta china, con una depurada planificación y manejo de la cámara. En 1977 firmó Desesperación y la miniserie La mujer del ferroviario y para el año siguiente tendría listos un capítulo para la película por episodios Alemania en otoño, y los filmes Un año con trece lunas y El matrimonio de Maria Braun. En esta época empezó a consumir cocaína, lo cual sumado a sus excesos y a ese ritmo de vida que llevaba acabaría matándole antes de cumplir los 40 años en 1982.

Durante el rodaje de Desesperación empezaba a anunciarse lo que sería uno de los golpes emocionales más duros que recibiría Rainer en el terreno personal y que propiciaría que su forma de rodar y de vivir se acelerase aún más en los 5 años que le quedaban de vida, en los cuales llegó a estrenar 7 películas y una serie de televisión de “13 capítulos y un epílogo”. Durante este rodaje, como digo, se hallaba en crisis con la que sería su pareja más estable, Armin Meier. Armin era un carnicero casi analfabeto que había conocido a Rainer años antes siendo camarero en un bar de ambiente. Era un hombre atractivo, rubio, de ojos azules: su físico se debía a una tendencia seguida durante el régimen nazi de juntar a parejas de raza aria para que su descendencia continuase pura. Rainer no tardó en incluirle como actor de reparto en sus películas, así como le dedicó la que para mí es su obra maestra en cine, La ley del más fuerte (1975). Es por ello que se le ve en productos de esta época como El viaje a la felicidad de Mamá Küsters, formando parte de la familia de Brigitte Mira, o El asado de Satán, en la que hace de un chapero que busca clientes en baños públicos. En esta última Fassbinder incluye desnudos integrales de Armin, al igual que Visconti los incluía de Helmut Berger, Pasolini de Ninetto Davoli o nuestro castizo Eloy de la Iglesia de José Luis Manzano. Parece una constante en ciertos directores homosexuales presumir en su cine de lo que se llevan a la cama, aunque les vayan las cosas mal o regular como pareja. En la época de Desesperación así era. Armin se reveló como una persona muy dependiente de Rainer y débil, y los episodios de crisis y de celos le llevaron, por ejemplo, a esconder el guión de algún día de rodaje para llamar la atención del realizador, retrasando así la producción.

Fassbinder era una persona muy inestable emocionalmente y según apuntan sus biógrafos, cada una de sus relaciones eran más duelos personales que historias de amor. No era la primera vez que andaba liado con uno de sus “actores” pero sí en la que se respiraban situaciones de tal tensión. Antes de con Armin, Fassbinder estuvo con Günther Kaufmann, un actor negro de sus primeras películas atado a una familia así como con el inmigrante bereber también con familia El Bedi ben Salem, protagonista de Todos nos llamamos Alí, que acabaría suicidándose en una cárcel años después.

Tras Maria Braun y el episodio de Alemania en otoño, en el que parece que se aborda la inestabilidad política de Alemania a través de su relación (y en el cual queda patente el papel dominante de Rainer), llegó una crisis definitiva estando en Estados Unidos. Parece que Fassbinder tuvo un lío con un afroamericano y Armin regresó a Alemania.El director le escribió una compleja carta de despedida, dejando de nuevo claro quién de los dos tenía cultura y se largó a Cannes a celebrar su cumpleaños. Armin en Alemania se dio a la bebida y a las drogas y días más tarde le dejó en su apartamento su regalo de cumpleaños: su suicidio.

Cuando Fassbinder se enteró de la noticia, desapareció y no acudió al entierro. En cambio, preparó el guión de la que sería su siguiente película, en la que, según declaraba, quiso manifestar el profundo dolor que había sentido por la pérdida de su amante. El director se encargó de muchas de las labores de producción de la película (guión, dirección, montaje, fotografía). Un año con trece lunas fue duramente criticada por muchos por lo que consideraban el cinismo de Rainer al aprovecharse de un suicidio casi anunciado y en parte provocado por él mismo para estrenar un nuevo filme. Un año con trece lunas cuenta la historia de un transexual, Elvira, antes Erwin, que se cambió de sexo en el pasado por el amor de un hombre que más tarde le abandonó. En la película intervienen Ingrid Caven, la primera mujer de Fassbinder; Liselotte Eder, su madre; regresa como actor a su filmografía Günther Kaufmann, en otro tiempo su amante,…

De nuevo confluyen en el cine de Rainer la realidad y la ficción, de la misma manera que en la mente de Hermann Hermann, el protagonista de Desesperación, se juntan lo real y lo imaginado. Con este post quería reflexionar, además de por qué quedan en el olvido ciertos títulos, sobre hasta qué punto la vida determina la obra de un creador, por mucho que se distancie y ruede guiones ajenos que adaptan a Nabokov. Pido perdón si pequé de amarillista líneas arriba manchando así el honor de este blog y espero que si has llegado a esta línea, oh lector, lo hayas hecho interesado y contento.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Memorias de Europa. Stefan Zweig.

No considero a nuestra memoria como algo que retiene una cosa por mero azar y pierde otra por casualidad, sino como una fuerza que ordena y excluye con juicio. Todo lo que olvida el hombre de su propia vida, en realidad ya mucho antes había estado condenado al olvido por un instinto anterior. Sólo aquello que yo quiero conservar tiene derecho a ser conservado por lo demás. Así que ¡hablad, recuerdos, elegid vosotros en lugar de mí y dad al menos un reflejo de mi vida antes de que se sumerja en la oscuridad!

Así concluye el prólogo de El mundo de ayer, autobiografía del austríaco Stefan Zweig, escrita en los albores de la segunda guerra mundial, únicamente con el material retenido por la memoria, entre las cuatro paredes del hotel brasileño al que se exilió, desposeído y humillado como todo judío de su identidad, de su propia lengua.

En sus apuntes, sin caer en pormenores de su vida privada, echa la vista atrás para recordar los años perdidos: Su privilegiada formación intelectual en el gran momento de esplendor cultural de Viena a finales del siglo XIX y principios del XX (aun con una falsa moral colectiva que envolvía la realidad en el ambiente) marcada por la apatía estudiantil y la obsesión enfermiza propia y de sus coetáneos por adquirir conocimiento, el inicio de una determinada vocación por exteriorizar su espíritu a través de la literatura, sus primeras relaciones personales con los hombres del momento de cada campo, inalcanzables en aquella época y comunes con el paso del tiempo (Rolland, Strauss, Freud, Gorki), o la admiración profesada a genios poéticos como Hofmannsthal o Rilke, auténticos adelantados. Años de despreocupación política y social, de individualismo, en los que embelesados por el fanatismo artístico, los días no tenían noche para aquellos jóvenes austríacos.

Sin embargo, el motivo central que impulsó al autor a repasar su vida fue la derrota colectiva de un continente en el que creyó hermanado, unido y sin fronteras limítrofes ni espirituales. El mundo de ayer no es sólo un testamento autobiográfico, sino una magnífica radiografía de la Europa de primera mitad del siglo XX, décadas de cambios y convulsiones sin parangón en la historia, que derivarían en un giro de mentalidad en el ser humano. El carácter aleccionador de la obra se encuentra en la lucidez de los recuerdos con que Zweig muestra su amor por la libertad personal y el odio ante la guerra y sus consecuencias. Del mundo de (relativa) seguridad al mundo del terror transcurre medio siglo que pone de manifiesto los errores que no supieron guiar a aquella generación que cargó con el peso del destino y se condenó a muerte por la locura nacionalista.

La edición española de Acantilado cuenta con la traducción realizada por Joan Fontcuberta y Agata Orzeszek que conserva la fuerza y el equilibrio del original, el poder adictivo de uno de los grandes prosistas europeos del siglo XX (tanto en su juicio ensayístico como en su narrativa breve), con una palabra ágil y elegante, selectiva y erudita, observadora en cada una de sus páginas. Una obra de negación terriblemente pesimista de un hombre abiertemente optimista, el último legado de Stefan Zweig poco antes de, destruida su fe en el hombre y en su patria Europa, suicidarse junto a su segunda esposa en un mundo en el que ya no quería vivir.

jueves, 14 de octubre de 2010

Zinemaldia 2010: El gran Don (Siegel).


Siguiendo la estela de mis compañeros de andanzas cibernéticas, me dispongo a relatar mis experiencias (cinematográficas, de momento) en esta última edición del Festival de San Sebastián. Y la verdad, si algo quiero destacar de las más de 30 películas que he tenido ocasión de ver, no es precisamente ni un filme ni una figura del panorama actual. La joya del festival fue, para mí, la obra de un director que hará unos 29 años que dejó de rodar.


Don Siegel. Un tipo que empezó como montador y ayudante de dirección allá a principios de los 40. Durante varios años se movió en los presupuestos de la serie B, lo cual no le impidió empezar a destacar como un narrador con energía y creatividad. Con estas sutiles pero eficaces armas, llegó a coronarse como el principal impulsor del thriller policíaco de finales de los sesenta y principios de los setenta.

Tuve la suerte de ver las películas de su época dorada, en las que cultivó una nueva manera de hacer cine policíaco: personajes individualistas, duros y sarcásticos, pero extrañamente simpáticos, tanto da en qué lado de la ley se encuentren, que transitan un mundo en el que la ley nunca es suficiente, un mundo de violencia, crimen, burocracia corrupta, bandas callejeras, gángsters de medio pelo, persecuciones automovilísticas, Magnums 44, mujeres objeto, policías colegas de trabajo y réplicas ingeniosas. Las calles de L.A. o Nueva York y las bandas sonoras de los legendarios Lalo Schifrin y Don Costa se convierten en los coprotagonistas de la acción, siempre seca y trepidante, concisa y directa como un balazo en la frente. Películas violentas, cínicas, muy a la moda de su tiempo (moda que Don ayudó a crear), muchas veces reaccionarias y siempre contundentes... los policíacos de los 70 serían diferentes sin ese hombrecillo bajito, algo fondón, bigotudo y de peinado a lo terrateniente tejano. Clásicos como Madigan (1968) o Dirty Harry (1971) resultan hoy tan atrayentes como hace 40 años.


Pero no sólo tenemos al Siegel creador de thrillers. Existe un Siegel director de westerns, de películas de espionaje, de ciencia ficción, incluso de comedias románticas. Y por supuesto, al hombre que catapultó definitivamente al estrellato a Clint Eastwood, pero que también supo lidiar con Lee Marvin, Shirley MacLaine, Walter Matthau, Angie Dickinson, Robert Mitchum, Lauren Bacall, John Cassavetes y hasta Carmen Sevilla (en Spanish affair, un drama romántico de 1957).

El cine de Siegel no se suele andar con sutilezas, así que nadie pretenda encontrar en sus películas malabarismos conceptuales o barrocas puestas en escena. Siegel es ante todo un artesano, y a mucha honra. Sus películas no pretenden abordar de buenas a primeras cuestiones trascendentales ni apabullar al espectador con florituras estilísticas. Entretener, hacer inteligible la trama, darle al espectador toda la información que necesita sin tomarle por tonto podrían ser sus máximas. Y, por qué no, también hacer dinero. Siegel era un trabajador, después de todo. Y su labor tenía que ser rentable si quería seguir en la brecha. Pero no nos confundamos: Siegel era el más competente, el empleado del mes. Se las arregló con todo lo que cayera en sus manos, desde una novela de kiosco hasta un relato de Hemingway. Por supuesto, no siempre le salían películas redondas. Sin embargo, en todo lo que he visto de él, se nota ese rasgo tan poco aprehensible, como es el oficio de narrador, el talento para contar con garra una historia, sea ésta buena, regular o pésima.

Siegel representa una forma de hacer cine hoy en casi completa extinción. Su nula pretensión autoral, su impecable realización, su estilo en el que las persecuciones, tiroteos y demás no significan caos o desbarajuste, su creatividad inversamente proporcional a la cantidad de presupuesto... su manera, en fin, de hacer Cine con mayúsculas sin ser aparatoso ni olvidarse del público; todo ello es parte de una forma de entender el séptimo arte que sólo podemos recuperar en las retrospectivas de festivales y filmotecas, en las apolilladas estanterías de la biblioteca o en alguna rareza de la cartelera.

Creo que el mayor triunfo que se puede otorgar a este "old dog" del séptimo arte, es el conseguir que el espectador salga del cine con la certeza de que el abono de la entrada ha merecido (y mucho) la pena. Este fue mi caso. Ver una de Siegel después de tanto cine trascendente y renovador (no entro en más consideraciones), es una auténtica bendición. La sensación de disfrutar igual que cuando eres un chavalín al que simplemente le preocupa pasar un buen rato delante de una pantalla, y que se topa por primera vez con filmes de este tipo, es impagable.

Sin afanes publicitarios de ningún tipo, quiero señalar a los madrileños que estén leyendo esto que tienen la oportunidad de (re)descubrir a Mr. Siegel durante lo que queda de este mes y el siguiente en la Filmoteca del cine Doré, donde le dedican otra retrospectiva. Mis recomendaciones particulares son The beguiled (1971), su única incursión en el "cine serio" (si tiene algún sentido llamarlo así), una historia en la que su habitual Clint Eastwood, esta vez un soldado herido durante la Guerra de Secesión, tiene que vérselas, para bien y para mal, con las mujeres (una madre y sus cinco hijas) que lo acogen; Charley Varrick o La Gran Estafa (1973), trepidante cinta de atracos varios protagonizada por Walter Matthau, y a la que No es país para viejos le debe más de una referencia; y por último, la clásica cinta de serie B The invasion of the body snatchers (1956), excelente muestra de imaginación y creatividad para una historia paranoica y agobiante como pocas. Por supuesto, hay mucho más donde elegir, desde sus cintas más famosas hasta sus más desconocidas rarezas.

Así que, si la ocasión lo permite, no dejéis de ver a este maestro del entretenimiento bien entendido. Un tipo que supo ser comercial sin caer en lo burdo, que hizo películas como el más perfecto de los artesanos. Él era más duro (más sincero, si se quiere) a la hora de definirse. Dijo una vez: "Muchos de mis filmes, y siento decirlo, no tratan de nada. Y es porque soy una puta. Trabajo por dinero. Es el método americano." Sin más. Un hombre que trabaja por dinero. A la americana. Pero... ¡qué trabajo! Pocos se han prostituido (artísticamente, digo) con tanto talento como Mr. Siegel.

Bravo, Maestro.

domingo, 3 de octubre de 2010

Zinemaldia 2010.

Este artículo es cortesía de David Muela Terreros, estudiante de 3º de Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid y nueva incorporación a la plantilla de La Soledad del Tipo de Fondo

REMEMORANDO SAN SEBASTIÁN 2010


Diez días y más de treinta películas a nuestras espaldas es lo que hemos traído a la vuelta de uno de los festivales cinematográficos más importantes, si no el más importante, de España. Como miembros del Jurado Joven hemos visto varias cintas pertenecientes a directores debutantes, varias de directores latinoamericanos, y algunas de la peligrosa combinación de ambas categorías; y a pesar de todo hemos sobrevivido y nos encontramos física y mentalmente bien. Si alguien no se lo cree hay fotos que así lo testifican.

Sin embargo aquí no nos interesa el estado de los miembros de este blog, o al menos no primordialmente, sino el cine visto en el festival. Es por eso que he realizado una pequeña lista que recoge los filmes que yo considero más interesantes y sugestivos vistos durante esos diez días de locura. Es posible que mis compañeros de andanzas no estén de acuerdo con algunas de mis elecciones, que consideren que me dejo fuera alguna cinta clave o que incluyo alguna que ellos no destacarían; sin embargo el gusto es algo tan personal como intransferible, así que insto a quien no esté de acuerdo conmigo a que contrarreste mi lista con una equivalente.
Así pues, y como diría el Joker, allá vamos:

LAS 5 MÁS DESTACABLES

PODSLON/ SHELTER (Dragomir Sholev)

Desde Bulgaria llega la que para mí ha sido la revelación del festival, y la carta de presentación de un director al que seguir minuciosamente a partir de ahora; y es que resulta admirable que un debutante conciba su ópera prima como un complicado ejercicio de estilo mediante el que retratar un día prácticamente en tiempo real. Tanto su planificación a base de planos secuencia como su tratamiento del tiempo y el espacio recuerdan al cine de Theo Angelopoulos o Béla Tarr, aunque con un objetivo muy distinto, pues Sholev los utiliza para narrar una pequeña historia que de tan cotidiana podría tomarse por anecdótica, pero que logra superar su posible intranscendencia gracias a un inteligente guión que retrata de manera tan sutil como madura el enfrentamiento entre unos adultos de vida burguesa e ideas conservadoras y unos jóvenes punkis que, sin embargo, llegan a resultar más racionales que los primeros. Un conflicto que es planteado sin maniqueísmos ni tremendismos y dejando siempre espacio para que el espectador reflexione, pues en ningún momento se formula una solución clara, aunque el autor finalmente abre la puerta, si no a una conciliación, sí a un posible aprendizaje mutuo.

Pero si algo llama la atención Podslon (Shelter) es sin duda por su planificación y puesta en escena, una de las más impresionantes que yo haya visto en los últimos años: y con esto no sólo me refiero a las larguísimas tomas rodadas con steady-cam dentro del piso de la familia protagonista, sino al hecho de que el realizador mantiene una férrea coherencia formal y, por ejemplo, en la escena de la cena renuncia a los planos secuencia y opta por un rápido montaje de primeros planos que ilustra a la perfección el enfrentamiento dialéctico que tiene lugar en ese momento. De este modo Podslon resulta una delicia a nivel formal, pero además cuenta con el añadido de un fondo complejo que la sitúa en las antípodas de un bodrio como Izarren Argia, de Mikel Rueda, otra cinta presentada en la Sección de Nuevos Directores y caracterizada por su total desfachatez y maniqueísmo a la hora de abordar un gran conflicto ideológico como fue la Guerra Civil española. Es la contraposición de películas aparentemente tan distintas la que permite apreciar con claridad porque unas son buenas y las otras no, y esta es una de las ventajas que solo un festival de cine ofrece a quien quiera (y sepa) aprovecharla.

LA TÊTE AILLEURS (Frédéric Pelle)


















Desde Francia nos llegó una pequeña gran película que hacía del sentido del humor y de la ternura sus mayores bazas, una cinta que se ganó inmediatamente el cariño del público del Jurado Joven gracias a la identificación que logra crear con su entrañable protagonista, un hombre de mediana edad, crupier en un casino, que sostiene su vida sobre la ilusión de viajar por todo el mundo, pero que sin embargo es incapaz de dar el salto, pues antes “Todo debe estar preparado a la perfección” y, claro, las cosas nunca acaban de estar listas al 100%. ¿Retrato de una frustración?, ¿metáfora sobre ciertos comportamientos del individuo occidental?, ¿fábula sobre la importancia del camino a recorrer por encima de la meta a alcanzar? Queda a elección de los afortunados que lleguen a ver la película; por nuestra parte los que ya lo hemos hecho recordaremos durante mucho tiempo a su memorable personaje principal y su cómica (aunque en el fondo a mí me resulta verdaderamente trágica) incapacidad de cumplir su sueño.

OCTUBRE (Daniel Vega, Diego Vega)

Horizontes latinos ha sido sin duda la sección más áspera a la que no hemos enfrentado; y es que, aunque resulte duro decirlo, los latinoamericanos no nos han demostrado demasiado talento a la hora de hacer cine, ni en la parte estética ni en la argumental. Películas claramente amateurs que misteriosamente han logrado llegar hasta el festival junto a bodrios que encubren su falta de sustancia con la coartada del naturalismo y la improvisación (cuánto daño han hecho estos conceptos al cine…) acabaron provocándonos temblores y espasmos ante cualquier película perteneciente a esta sección; sin embargo no perdimos del todo la esperanza gracias a esta estupenda película peruana, clara demostración de que se puede hacer un cine minimalista sin caer en la reiteración y la vacuidad más irritante. Los hermanos Vega ejecutan una puesta en escena cuidada al milímetro para describir la rutina de un gris prestamista en una sociedad todavía más gris y deshumanizada. La verdad es que después de ver Octubre a uno se le quita cualquier gana de visitar Perú, o Suramérica en general, pues es descrita como una tierra sin alegría ni esperanza, un mundo donde los lazos de sangre han perdido cualquier valor simbólico y las relaciones se basan en el interés puro y duro. Afortunadamente los realizadores huyen del didactismo más ramplón para expresar estas ideas y optan por construir su discurso sobre silencios y palabras no dichas, que quizás vengan a ser lo mismo (o no), insuflando su obra con un humor negrísimo que en ciertos momentos llega a lidiar con lo escatológico, pero sin caer nunca en el mal gusto. Un caustico retrato social e individual que desde luego merecería estrenarse en nuestro país; y es que, tal y como dijo un espectador a los realizadores en el coloquio de después de la proyección: “Es una soberbia película”.

SMUKKE MENNESKER/ NOTHING’S ALL BAD (Mikkel Munch-Fals)


Desde Dinamarca nos llegó una de las películas que, para bien o para mal, más impacto causaron en la sala: Nothing’s all bad, comedia negrísima que retrata la parte más podrida de una sociedad de altísimo nivel de vida que, sin embargo, guarda mucha porquería debajo de la alfombra. Cuatro personajes, un hombre y una mujer maduros y sus respectivos hijos, cada uno enfermo de soledad por causas distintas, encuentran una manera de aliviarse en prácticas sexuales desviadas de lo que nuestra sociedad occidental considera lo correcto. Prostitución masculina, exhibicionismo o pornografía con discapacitados son algunos de los temas tabú que el realizador novel Munch-Fals se atreve a tocar en una cinta con ecos de la gran Happiness de Todd Solondz, aunque su retrato de la sordidez carece de la ironía y el mordaz sentido del humor que hacía grande aquella y resulta mucho más serio y, en consecuencia, plano. Sólo en sus últimos compases la cinta compone un brillante momento cómico que podría pertenecer a una brutal sit-com estadounidense, y que provocó las carcajadas de toda la sala; lamentablemente el resto resulta demasiado llano y directo y demuestra que a Munch-Fals, aún demostrando su solvencia técnica, le falta sensibilidad y distanciamiento respecto a lo que cuenta. Y es que si decides mostrar a personajes en situaciones límite ya puedes o bien analizarlos psicológicamente o bien retratarlos con un distanciamiento irónico, pues si no corres el peligro de caer en el efectismo más gratuito. Sin embargo no hay que perder la esperanza en este realizador, pues está aprendiendo y creo que en el futuro podrá entregarnos alguna gran película.

BURIED (Rodrigo Cortés)

Fuera de nuestras películas obligatorias pudimos disfrutar de esta joya en la sección de Zabaltegui-Perlas, una de las pocas cintas de género que vimos que, paradójicamente, nos gustó a todos sin excepción. Estrenada ayer en España, probablemente se convierta en un fenómeno popular como hace tres años fue REC, pues tiene todos los ingredientes para ello: un concepto tan atractivo como terrorífico, una puesta en escena que saca todo el provecho posible al mínimo espacio en que se desarrolla la acción (quizás el espacio más reducido de toda la Historia del Cine) y una tensión magníficamente creada y mantenida a lo largo del metraje. Además Rodrigo Cortés se atreve a criticar directamente una situación tan abyecta como fue la invasión de Irak por parte de Estados Unidos, ampliando su ataque a la sociedad capitalista en general, que utiliza al individuo como un engranaje más de su maquinaria que se puede desechar en cuanto deje de ser útil. Un prodigioso manejo del espacio y del tiempo cinematográfico para una de las cintas revelación de la temporada, a la que lo único que se le podría reprochar es su utilización efectista de la música y el montaje en ciertos momentos, un fallo menor achacable a que el modelo de Cortés parece el efectista cine norteamericano antes que el más sobrio europeo. Y es que si Buried la hubiera dirigido un francés seguramente sería un plano fijo de hora y media de Ryan Reynolds dentro del ataúd… y, pensándolo bien, parece preferible la opción más dinámica que toma el realizador español.

MENCIÓN ESPECIAL:

AKMA-REUL BO-AT-DA / I SAW THE DEVIL (Kim Jee-Woon)

Aunque solo la vimos cuatro de nosotros esta es una película tan brutal y chocante que me veo obligado a incluirla como mención especial. Dirigida por el que parece ser uno de los más importantes realizadores coreanos de la actualidad, I saw the devil (el título original es demasiado difícil de escribir) ha sido una de las experiencias irrepetibles del festival: un delirio bizarro y ultra violento en el que confluye gore explícito, canibalismo, una venganza épica y reflexiones variadas, tan propias de los orientales, sobre el dolor y la naturaleza del mal. Y es que esta es una de esas pocas películas que merecen el calificativo de “impredecibles”, pues cuando parece que la historia no puede continuar te sorprende con un retorcido giro de guión que la acerca peligrosamente a las denominadas torture-porn movies, popularizadas por Saw y Hostel hace unos pocos años; sin embargo, Kim Jee-Woon demuestra más inteligencia y eleva su película por encima de la simple exploitation sangrienta, pues en ella lleva a cabo toda una deconstrucción de la figura clásica del psicópata, difuminando los límites establecidos entre la figura del “bueno” y el “malo” y obligando al espectador a reflexionar sobre aquellos límites morales que nos separan de los monstruos. De todas maneras la película puede disfrutarse como puro ejercicio de género (¿Qué género?, ¿terror?, ¿thriller?, ¿acción?, ¿todos a la vez?) sin necesidad de entrar en estas consideraciones, pues el coreano se demuestra como un impecable narrador capaz de mantener un ritmo frenético a lo largo de casi dos horas y media, alternando escenas tensas con otras macabramente cómicas con desconcertante fluidez. Esperemos que alguna distribuidora se atreva a estrenar este filme, porque, aunque sólo sea para estómagos curtidos, seguramente generará una legión de entusiasmados seguidores.