Vamos con la tercera entrega de Waters, aquella en la que el director se encamina hacia senderos más acomodaticios próximos al mainstream. Después de la Trilogía Trash, el director volvió a encontrarse con Divine en Polyester (1981), “rodada en Odorama”. Explico esto: en las entradas de los cines se adjuntaba a la entrada una cartulina, en la que, rascando según el orden de la película, se podía oler lo que aparecía en pantalla. A día de hoy resulta imposible ver la película de esa manera, y sin embargo, los “paréntesis Odorama” ahí se han quedado. Sea como fuere, Polyester sigue la línea de madurez en la dirección que ya se venía intuyendo en Waters.
La dirección de arte es mucho más elaborada, así como la fotografía: de la misma forma, la técnica es mucho más depurada. Divine encarna a Florence Fishpaw, un ama de casa frustrada, cuyo marido es exhibidor de películas pornográficas, su hijo es un maniaco sexual y su hija es medio puta. Su madre solo la busca para robarle dinero y su mejor amiga tiene retraso mental. La cinta narra la lucha de Florence por la supervivencia y por encontrar el amor, mientras todo su entorno se empeña en hacerle la vida imposible. Como curiosidad, Waters suma al reparto al otrora ídolo juvenil Tab Hunter, encarnando a un atractivo madurito que robará el corazón a Divine (quien, tras este filme, emprenderá una relativamente exitosa carrera musical, con productores como Bobby Orlando o la tríada Stock, Aitken y Waterman, padres de los más notables hits de Bananarama así como de los primeros de Kylie Minogue).
La dirección de arte es mucho más elaborada, así como la fotografía: de la misma forma, la técnica es mucho más depurada. Divine encarna a Florence Fishpaw, un ama de casa frustrada, cuyo marido es exhibidor de películas pornográficas, su hijo es un maniaco sexual y su hija es medio puta. Su madre solo la busca para robarle dinero y su mejor amiga tiene retraso mental. La cinta narra la lucha de Florence por la supervivencia y por encontrar el amor, mientras todo su entorno se empeña en hacerle la vida imposible. Como curiosidad, Waters suma al reparto al otrora ídolo juvenil Tab Hunter, encarnando a un atractivo madurito que robará el corazón a Divine (quien, tras este filme, emprenderá una relativamente exitosa carrera musical, con productores como Bobby Orlando o la tríada Stock, Aitken y Waterman, padres de los más notables hits de Bananarama así como de los primeros de Kylie Minogue).
Polyester es una de las grandes películas de Waters, por más que hacia el final se torne un poco irregular. Las sucesivas humillaciones que sufre Divine son de lo más divertidas, así como en general la mayoría de situaciones. En Polyester se halla un modelo de hacer películas en el que Waters, años más tarde, imagino que sumido en la pereza y falta de creatividad, se reiterará, es decir, el de atacar las convenciones sociales y familiares mediante la ironía: en medio de un mundo aparentemente perfecto, lleno de educados modales, objetos de plástico y colores pastel, aparecen elementos discordantes que quiebran esa estabilidad. Esto se va a repetir hasta la saciedad en los sucesivos filmes del director de Baltimore (veamos Hairspray, Los asesinatos de mamá, Pecker, Los sexoadictos, etc…). Es por ello que, aunque después Waters se repitiera y repitiera, Polyester me parece una película sumamente original. En cierto modo, es un antecedente claro de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?. Personalmente, es una película que me fascina y que me ha supuesto una fuente clara de inspiración en trabajos como la serie Hathor loca por amar.
Hairspray (1988) supone el regreso de Waters a las cámaras tras 7 años de parón: imagino yo que los dedicaría a pensar qué nuevo podría ofrecer, e imagino también que decidió dar su cara más amable, a fin de ser finalmente reconocido como un director-autor, pero no de pacotilla y de chocantes esperpentos. Lo que sí es seguro es que intentó fraguar una innecesaria secuela de Pink Flamingos, llamada Flamingos Forever, que hasta la misma Divine rechazó, por considerarla totalmente inadecuada a ese momento de evolución de su carrera (que la escena de la mierda les lanzara a la fama no tenía por qué quedarse como su único número efectivo: Divine se hallaba a mediados de los 80 en un momento pletórico con papeles más serios como actor, incluso en su registro masculino, así como en su versión drag andaba haciendo un montón de galas, actuaciones, y sacando los mencionados discos).
Volviendo a Hairspray, la película cuenta la historia de Tracy Turnblad, encarnada por la encantadora Ricki Lake, una chica gordita pero carismática que desea formar parte de un popular programa de televisión en Baltimore basado en las habilidades para el baile de sus participantes. A pesar de la negativa inicial de sus padres (la madre está encarnada por Divine, que también hace del director de la emisora de televisión), se hará con un hueco en el programa, donde tendrá que luchar contra favoritismos y los problemas de segregación racial, tan debatidos en la época.
A partir de Hairspray, se va a dar una constante temática en los filmes de Waters, lo que prueba su relativo agotamiento, y es la de la contraposición de los “raros” y los “buenos”, ambos grupos entrecomillados, claro. Esta cuestión va a ser la base de TODOS los futuros guiones que escriba: en Hairspray, la chica que quiere bailar y los negros contra los chicos bien y discriminadores varios; en Cry baby, los malotillos contra los bienpensantes-conservadores; en Los asesinatos de mamá, la mamá psicópata contra sus encantadores vecinos; en Pecker, la familia rara y peculiar del chico genial contra los críticos y artistas neoyorkinos; en Cecil B. Demented, el grupo revolucionario pro-cine independiente contra los cineastas mainstream; en Los sexoadictos, los propios sexoadictos contra la comunidad ‘sosa’ y aburguesada.Como consecuencia, la idea de la integración de un ajeno en un colectivo marginal pero guay es la base de TODOS los guiones que ha escrito Waters desde 1988, con las variantes de Los asesinatos de mamá y Pecker.
En resumidas cuentas, Hairspray es un filme interesante pero, en mi opinión, mal dirigido. Se nota que Waters se involucró personalmente en su creación, mojándose con el tema de la segregación racial, por ejemplo, o reservándose un papel secundario, pero el resultado me parece algo fallido. El guión tiene agujeros y en algunas escenas me da la sensación de que faltan planos que expliquen qué está pasando. Aunque el director tiene una muy buena idea para trabajar y desarrollar, a la hora de llevarla al terreno práctico se le va un poco de las manos.
Tiempo después de su estreno, el filme se tradujo en un musical para teatro y más tarde para cine, con John Travolta sustituyendo a Divine, y Zac Efron (un chico que estaba de moda a finales de la década) haciendo las delicias de la joven protagonista. Este remake es un filme hecho con buen pulso y, por más que parezca sacrílego (dado que me estoy haciendo el malote con estos últimos post sobre el ínclito Waters y en general el trash, el kitsch, Showgirls, etc), me gustó y alegró más que el original de Waters.
Es 1988. Apenas unos días después del estreno de Hairspray, y tras haber sido contratada para una sitcom, la mítica Divine muere por razones relativas a su obesidad. ¿Qué hará ahora Waters? Pues bien, los coqueteos con el mainstream parece que le han gustado, además muchos han arropado esta aparente conversión con aplausos, reconocimientos más ‘serios’ y nominaciones a los Independent Spirit Awards. Parece que el camino está claro.
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