El realizador inglés Christopher Nolan se ha convertido en uno de los más aclamados y comentados de la actualidad gracias a una serie de películas tan densas en ideas como narrativamente intrincadas, con especial fijación por la mente humana y sus mecanismos más oscuros. En Memento (2000)y Origen (2010)se atrevió a zambullirse completamente en el subconsciente, resultando estas sus películas menos interesantes para servidor, pues son aquellas en las que, a pesar de su artificiosidad narrativa, todas las claves argumentales y/o morales del relato quedaban completamente despejadas de cara al espectador, como quien hace una pregunta muy complicada y luego se la responde a sí mismo, sin dar espacio a que su interlocutor reflexione. Es por ello que, paradójicamente, considero como las mejores cintas de su filmografía sus dos películas más inmersas dentro de los cánones industriales de Hollywood; me refiero, obviamente, al díptico sobre el Señor de la Noche, Batman, que el verano que viene se convertirá en trilogía con el estreno de la esperadísima tercera entrega, titulada The Dark Knight Rises (2012), con la que Nolan planea cerrar su ambiciosa saga.
Son estas dos películas sumamente apasionantes, de una complejidad moral, social y política inmensas, y el mejor reflejo de los tiempos de crisis (económica, pero sobre todo existencial) que estamos viviendo; lo que ocurre es que al no venir firmado por alguien como Assayas, Jarmusch o Godard y seguir las reglas del blockbuster veraniego al pie de la letra no se les ha dedicado la atención y el respeto que merecen. Sin embargo, aquí quiero hacerles justicia, y para comenzar este análisis lo mejor será partir del origen, el inicio de todo, la génesis del ¿héroe?, en Batman Begins (2005).
¿Qué puede mover a un millonario a enfundarse en un disfraz de murciélago y salir a luchar contra el crimen? Esa pregunta se plantea Nolan en Batman Begins, y recurre a una explicación psicológica escondida en el hecho traumático que destruyó la vida del pequeño Bruce Wayne: el asesinato de sus padres a manos de un atracador callejero cuando los tres salían de la ópera. Nolan comienza el filme con una escena en la que el niño Bruce, jugando con su amiga Rachel, cae en un agujero escondido en el jardín de su mansión y se topa con un refugio de murciélagos, hecho que le aterra y le acaba provocando un pánico irracional, un pánico que, como explica el doctor Jonathan Crane (alias El Espantapájaros), se concentra en la figura de un torturador externo, pero que en el caso de Bruce acaba condicionando toda su existencia al relacionar ese miedo con la muerte de sus padres, pues fue debido al miedo que sintió durante la ópera (que le recordó a los murciélagos de la cueva) que estos abandonaron la función, topándose en la calle con un desesperado ladrón que, presa del pánico, dispararía sobre ellos, acabando con sus vidas y destrozando la de Bruce. El inicial sentimiento de culpa del niño se vio sobrepasado con los años por el deseo de venganza, deseo que en última instancia le es arrebatado cuando el asesino de sus padres es “ejecutado” por una agente de la mafia a la salida de un juicio amañado. Es en ese momento, y tras hablar con su amiga de la infancia y amor secreto Rachel Dawes, cuando Bruce comprende la diferencia entre venganza (satisfacción personal) y justicia (armonía) y se da cuenta de que la causa de la muerte de sus padres no fue un individuo aislado, sino un sistema corrupto que empobrece a las personas y las fuerza a cometer esas atrocidades. Aceptada la verdad decide enfrentarse al máximo responsable de esa corrupción, Carmine Falcone, capo de la mafia en Gotham City, que le brinda su primera lección vital, basada en el poder del miedo:
-“Vengo a decirle que hay gente en Gothan que no le teme”
-“Sólo quienes me conocen, chaval. Observa a tu alrededor, verás dos concejales, un sindicalista, un par de polis fuera de servicio y un juez. No dudaría ni un segundo en volarte la tapa de los sesos delante de todos ellos, y ese poder no se compra. Es el poder del miedo (…) Tú crees que porque hayan matado a tu papá y a tu mamá conoces el lado amargo de la vida, pero no tienes ni idea, no sabes lo que es la desesperación. Por Dios, eres Bruce Wayne, el príncipe de Gotham, aunque te alejarás 1000 kilómetros la gente sabría quién eres, así que no vengas aquí hecho una furia intentando demostrarte algo a ti mismo. Este es un mundo que jamás entenderás, y siempre se teme lo que no se comprende”
Este diálogo se produce en una de las mejores escenas de Batman Begins, tras la cual Bruce decide romper con todo y lanzarse a la aventura, rechazando su riqueza y por tanto su identidad. Vive como un paria y aprende a robar para sobrevivir; se convierte en ladrón y traficante y descubre cómo es estar al otro lado de la ley, el miedo y la emoción que conlleva el crimen. Sin embargo la inmensa furia, el inmenso poder que el joven Wayne guarda en su interior se hubieran perdido de no haber sido localizado por Ra’S A Gul, un misterioso líder criminal temido internacionalmente que lo recluta y le enseña cómo vencer sus más profundos temores: y es que para vencer el miedo hay que convertirse en él, aprender a inspirarlo en los demás y regodearse en ese sentimiento; ése es el auténtico poder. No es casualidad que el villano escogido por Nolan como secundario de esta primera parte sea El Espantapájaros, personaje icónico de la galería del Hombre Murciélago caracterizado por manipular mediante la química los más profundos miedos de los demás.
Sin embargo, y volviendo a Ra’S A Gul, pronto se descubre que el entrenamiento de Bruce tiene un objetivo muy concreto, y ese es convertirle en una arma capaz de erradicar el mal de raíz y recuperar la armonía perdida, algo que se traduce en la destrucción total y absoluta de Gotham City, claro símbolo de la sociedad capitalista hiperglobalizada en la que vivimos. Sin embargo, Bruce se niega a ello, pues no quiere ser un verdugo, sino contribuir al funcionamiento de la justicia, por lo que el personaje se demuestra, igual que su padre (que utilizó su gigantesca empresa como instrumento para luchar contra la corrupción y el crimen), un firme defensor de que el Orden sea mantenido según las propias reglas del Orden, idea que la Liga de las Sombras, la misteriosa organización milenaria y aparentemente ahistórica liderada por Ra’S A Gul, no comparte, pues a lo largo de sus existencia se ha dedicado a proteger el orden a través del caos, aparente contradicción que el líder espiritual resuelve cuando explica que a toda civilización le llega un momento máximo de corrupción que sólo puede resolverse haciendo borrón y cuenta nueva.
-“Sólo un cínico diría que lo que esta gente tiene es vida: crímenes, desesperación, así no es como debería vivir un hombre. La Liga de las Sombras ha sido desde hace siglos un obstáculo para la corrupción humana: nosotros saqueamos Roma, llenamos barcos con las ratas de la peste, redujimos Londres a cenizas. Cada vez que una civilización llega al culmen de su decadencia regresamos para reinstaurar el equilibrio. (…) Cuando el bosque crece salvaje el fuego purgador es inevitable y natural. Mañana el mundo contemplará la destrucción de una gran ciudad, y esta vez el retorno a la armonía será inevitable”
-“¿Habíais atacado Gotham antes?”
-“Así es. Con los años nuestras armas han ido haciéndose más sofisticadas, y con Gotham usamos una nueva: la economía. Sin embargo, subestimamos a algunos de sus ciudadanos, como tus padres, acribillados por la misma gente a la que pretendían ayudar. Haz que haya hambre y todos se convertirán en criminales: la muerte de tus padres motivó a la ciudad a salvarse, pero Gotham ha ido dando tumbos desde entonces. Hoy acabaremos el trabajo, y ningún insensato idealista se interpondrá en nuestro camino”
Semejante discurso tan inquietante no por las intenciones que delata sino por la lógica que se oculta en su interior es proferido por Ra’S A Gul a Bruce antes del clímax final de la película y después del cuerpo de esta, en el que hemos visto cómo el millonario crea un símbolo que inspira terror en el corazón de los criminales, y cómo para ello se aprovecha de la imagen primigenia que marcó sus pesadillas de la infancia: el murciélago. Al convertirse en su temor infantil se cierra el círculo del aprendizaje de Bruce, que comenzó al zambullirse en la desesperación y la pobreza con el objetivo de entender cómo siente un criminal, y acaba cuando comprende que la única manera de luchar contra el crimen es aplicar a los culpables el miedo que ellos mismos utilizan para someter a los débiles, como puede apreciarse perfectamente en la secuencia en la que Batman asalta a los mafiosos en el embarcadero.
Por otro lado, Bruce comprende que no puede prescindir de ayuda a la hora de embarcarse en su misión, y por eso recurre a dos personas mayores que él, dos asideros morales que representan los dos instrumentos que debe tener presentes en todo momento si no quiere desviarse de su camino: Lucius Fox y Alfred Pennyworth. El primero representa la ciencia, y actúa como suministrador de los útiles artefactos que Batman utiliza en su cruzada; el segundo, los valores humanos que Bruce no puede permitirse ignorar, pues estos son lo que le diferencian de los criminales a los que combate, y, además, la ciencia no vale nada sin una conciencia detrás (un dilema que en la segunda parte será expuesto con crudeza mediante la introducción del sistema de vigilancia que permite mapear toda la ciudad). El viejo mayordomo Alfred, siempre al pie del cañón, actúa como figura paterna y guía de Bruce en los momentos de flaqueza, recordándole la importancia de ciertos elementos (como el legado de su padre, la mansión y la empresa) que, aun careciendo de valor práctico, cuentan con un poder simbólico del que el joven Wayne no puede desprenderse si se quiere mantener firme en su objetivo y no devenir en un simple verdugo guiado por sus instintos más primarios. Como Bruce Wayne actúa como un frívolo yuppie, pero en realidad es una fachada tras la que se ocultan no sólo las acciones de Batman, sino las suyas propias, que en última instancia evita que Richard Earle, responsable al cargo de la empresa de su padre, ponga a la venta en la Bolsa las acciones mayoritarias de Industrias Wayne, impidiendo que la compañía entre en el terreno de la especulación bursátil que tres años más tarde del estreno del filme provocaría la crisis financiera internacional que todavía hoy padecemos.
Al final de la cinta se produce el enfrentamiento entre Ra’S A Gul y Bruce, los cuáles intentan salvar Gotham de la corrupción de distintas maneras, uno mediante la destrucción total y otro mediante la imposición del orden, y curiosamente ambos utilizando el miedo como herramienta para sus fines: el primero liberando en las calles de la ciudad una toxina que provoca el pánico instantáneo e irracional en el cerebro humano, y el segundo utilizando la figura de Batman para aterrorizar a los infractores de la ley. Al final, en una decisión lógica dada la naturaleza de blockbuster de la cinta, triunfa Batman, pero, ¿por cuánto tiempo? Es una pregunta que el teniente Jim Gordon, aliado de Bruce dentro del cuerpo de policía, parece responder en la escena final, cuando comenta al millonario enmascarado sobre la existencia de la “escalada”:
-“Si nosotros empezamos a llevar semiautomáticas ellos compran automáticas, si empezamos a llevar kevlar ellos compran balas que lo atraviesan. Tú llevas una máscara y saltas de azotea en azotea… ¿qué me dices de este tío? Atraco a mano armada, doble homicidio… ah, le gusta la puesta en escena, como a ti. Siempre deja la misma carta”
Y le enseña un comodín. Pero para esta historia habría que esperar tres años, y vosotros tendréis que esperar al siguiente post en este blog…
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