La imagen pasa del símbolo de Batman entre tenebrosas brumas a la amplia panorámica, en lento travelling frontal, de un impoluto rascacielos acristalado. Un inquietante zumbido compone la banda sonora, zumbido que asciende en volumen hasta que el objetivo se encuentra considerablemente cerca de la superficie de cristal del edificio, momento en el que, sin previo aviso, una de las ventanas estalla con fuerza desde dentro. Menos de un minuto de metraje y Christopher Nolan ya ha sentado las bases de la tesis que va a exponer en esta natural continuación de Batman Begins: cómo nuestro sistema, aparentemente el perfecto culmen de la evolución humana, en realidad está podrido por dentro y puede estallar de un momento a otro.
Este pistoletazo de salida es seguido por una espectacular secuencia, endiabladamente planificada y ejecutada, que representa el atraco por parte de una banda enmascarada a un banco en el que la mafia de Gotham City guarda sus “ahorros”. Sin embargo el asalto no transcurre según los cánones a los que el cine nos ha acostumbrado y los atracadores se asesinan mutuamente según van cumpliendo su cometido dentro del plan, pues el cerebro de la operación les ha ordenado que actúen así para que el botín toque a más, llevando a cabo una especie de experimento social en el que probar si algo tan humano como la codicia puede superar al raciocinio más elemental (¿Qué ladrón en sus cabales participaría en una operación en la que le mandan asesinar a sus compañeros, con el consiguiente peligro de que a los demás les hayan ordenado lo mismo? Y, sin embargo, ¿qué ladrón no lo haría si el botín es lo suficientemente suculento?). Al final de la secuencia el último ladrón vivo se descubre ante un malherido guardián del dinero mafioso, y con ese gesto pone rostro a aquello que James Gordon insinuaba al final de Batman Begins: damas y señores, es la hora del caos.
El caballero oscuro ha sido una de las cintas más comentadas de los últimos años, tanto por sus valores intrínsecos como por la tristemente célebre muerte de Heath Ledger, que nos dejó a un Joker absolutamente memorable al que además hay que concederle el mérito de haberse constituido como icono partiendo de una figura ya de por sí icónica. Este Joker ha sido probablemente uno de los personajes más citados y referenciados desde el estreno del filme, por lo que no pretendo reincidir en su caracterización más allá de aquellos elementos que lo ponen en relación con el tema que nos ocupa: ¿quién es el Joker? En una acertada decisión Nolan opta por obviar el origen de la criatura, quizás porque, al igual que en los cómics, no importan tanto su identidad o su pasado como sus acciones, lo que lo acaba situando en otro nivel que el de la mayoría de personajes que componen tanto el universo Marvel como el DC, cuyo interés y carisma residen en sus respectivas parafernalias fantásticas o en sus orígenes y propósitos, no en aquello que representan; y es que en el mundillo superheroico el carácter claramente simbólico, mitológico si se prefiere, de las historias y personajes corre continuamente el peligro de verse sepultado por la incontrolable catarata de criaturas y subtramas que los guionistas deben inventarse (o debían, desconozco el estado actual de la industria del cómic) para cubrir una nueva entrega cada semana/mes. Sin embargo ese no es el caso de Batman y su archienemigo de pelo verde, que nunca necesitó un origen hasta que el gran Alan Moore publicó La Broma Asesina en 1988, en el que por primera vez se le daba un pasado al mítico villano, aunque este era tan genérico que sólo podía interpretarse como una metáfora que Moore, anarquista declarado, entroncaba con su personal discurso político y social. En El caballero oscuro se retoman las ideas de aquél cómic para poner en escena una fuerza caótica y destructiva cuyo interés último es romper, pero sobre todo hacer que los demás (nosotros), ciudadanos respetables no declarados enfermos mentales, rompan (rompamos), aquellas reglas morales, legales y económicas que rigen su (nuestra) vida social e individual; y, no lo olvidemos, divertirse mientras lo hace, lo cual lo coloca en el otro extremo de la oscura y extremadamente seria figura de Batman, el cual, como vimos en Batman Begins, se auto nombra guardián de la Ley y el Orden en Gotham con el objetivo de que sus ciudadanos tomen ejemplo y no permitan que la corrupción y los abusos dominen sus vidas. Dos figuras contrapuestas que, como ha quedado claro a lo largo de las largas décadas que Batman lleva existiendo, se necesitan mutuamente para ejercer como contrapeso una de la otra. Pero centrémonos en las características concretas que caracterizan el argumento de El caballero oscuro:
La trama es retomada en el punto en que quedó al final de Batman Begins, con Bruce Wayne ejerciendo como una figura terrorífica que cada vez paraliza más el mundo del hampa, bloqueando sus actividades de chantaje y narcotráfico y obligando a los criminales a refugiarse en la oscuridad para ejercer lo que hasta ese momento llevaban a cabo con total impunidad a plena luz del día. Después del asalto al banco mafioso el dinero negro de los capos queda al descubierto, y estos, atemorizados ante la posibilidad de que la policía lo encuentre e incaute, deciden confiarlo a un contable chino que puede ponerlo a buen recaudo en el paraíso fiscal que es Hong Kong. Sin embargo, durante la reunión clandestina en la que los jefes mafiosos discuten esta cuestión el Joker hace su teatral aparición, informándoles de que da igual dónde intenten ocultar su dinero, porque Batman “no tiene jurisdicción” y no responde ante las leyes internacionales que la mafia pretende utilizar a su favor; y no sólo eso, también les explica que él es el único que puede ayudarles, porque, al igual que el Hombre Murciélago, está por encima de esas leyes, escritas o no, que regulan a policías y criminales por igual. Eso sí, a cambio quiere la mitad del dinero mafioso, pues “Si eres bueno haciendo algo nunca lo hagas gratis”. Aunque al principio la mafia se niega después de que su contable sea secuestrado por Batman en el rascacielos de su propia empresa en el corazón de Hong Kong esta se da cuenta que no le queda otra opción que ponerse en manos del siniestro Joker. Es entonces cuando comienza la campaña de terror del maquillado asesino, que comienza a mandar a los medios de comunicación vídeos en los que amenaza con ejecutar selectivamente a una serie de personas cada día hasta que Batman se entregue públicamente.
Y aunque lo expuesto en el último párrafo serviría por sí mismo para sujetar toda la película Nolan se guarda, nunca mejor dicho, un as en la manga en forma de un tercer personaje protagonista que contribuye a redondear el significado del filme: Harvey Dent, flamante fiscal del distrito y auténtico Caballero Blanco de Gotham, el único que, según Bruce Wayne cree firmemente, puede llevar esperanza a la corrupta y decadente ciudad, pues, con la ayuda de James Gordon y el propio Batman, ha sido capaz de procesar judicialmente a los principales capos y con ello dar un duro golpe al crimen organizado. De hecho, después de esta acción Bruce planea abandonar el traje y la capa, pues confía en que la figura de Dent suplante mediante una Ley y un Orden legítimos los equivalentes ilegítimos que Batman impone mediante la fuerza y el miedo. Esto tiene además una gran importancia sentimental para él, pues su amor de la juventud, Rachel Dawes, abogada y pareja de Dent, le prometió que volvería a su lado cuando dejara de ser Batman, coyuntura que Nolan aprovecha, por si no hubiera ya suficientes hilos narrativos, para incluir dentro la trama un triángulo amoroso de trágicas connotaciones.
Volviendo al punto del anteúltimo párrafo, una vez el Joker comienza su campaña del terror la debilidad del cuerpo social se hace patente y la gente pide a gritos la cabeza de Batman, como si cumplir la voluntad de un loco fuera a calmarlo. Bruce acepta que debe entregarse, pero en el último momento Dent, que confía ciegamente en su suerte (algo representado mediante la moneda de dos caras que siempre lleva consigo y que utiliza como amuleto), decide entregarse en su lugar, exponiéndose a ser masacrado por el terrorista y sus secuaces. Tras una intensa persecución entre los vehículos en los que la policía traslada a Dent, los vehículos del Joker y el todoterreno a propulsión de Batman, el Joker es detenido, lo que supone un momentáneo triunfo para las fuerzas del orden, triunfo pronto aguado por la casi inmediata desaparición de Harvey y Rachel, cuyas vidas son confiadas a agentes de la policía en los que, para terror de James Gordon (que desoyó las advertencias del fiscal sobre la poco fiabilidad de dichos agentes a su servicio), nunca se debió haber confiado. El Joker es interrogado en comisaría, primero por Gordon y luego, en la que probablemente sea la escena nuclear de la cinta, por Batman, dando lugar a una memorable conversación entre ¿héroe? y ¿villano?:
-¿Por qué quieres matarme?
- (Carcajada) Yo no quiero matarte, ¿qué haría yo sin ti, seguir robando a los mafiosos? No no no… tú me completas.
-Eres una basura que mata por dinero.
-¡No hables como ellos, no lo eres! Escúchame, ahora te necesitan, pero cuando no sea así te repudiarán, como a un leproso. Para ellos sólo eres un bicho raro, ¡como yo! Toda su moral, toda su ética, son una broma pesada; sólo son tan buenos como el mundo les permite ser. Ya verás, cuando las cosas se tuerzan tirarán todos sus principios por la borda. Yo no soy un monstruo, sólo voy un paso por delante.
En este diálogo Bruce comprueba que no está ante un rival corriente, que lo que aprendió en sus duros años de soledad sobre los criminales no es aplicable en su caso, pues, ¿cómo puedes enfrentarte ante alguien que no quiere nada? Y es que, como el sabio Alfred le había comentado en una escena previa:
-Algunos hombres, señor Wayne, no buscan algo racional, como dinero, o poder. No se puede negociar con ellos, amenazarlos o intimidarlos. Algunos hombres sólo quieren ver el mundo arder.
Así pues Bruce debe someterse al juego del diabólico Joker, que le engaña para salvar la vida de Dent en ved de la de Rachel, provocando que esta muera y que el primero quede terriblemente desfigurado como consecuencia de una explosión. Y no sólo eso, pues en realidad el asesino había planeado su propia detención para poder sacar de la prisión a la fuerza al contable chino guardián del dinero mafioso. Llegado este punto del filme las fuerzas del Orden sufren un durísimo golpe y ceden gran parte de su terreno al Caos, y con ello no nos referimos únicamente al Orden “legítimo”, sino también a ese sub-Orden que es el mundo del crimen, el cual contempla impotente a través de los ojos de uno de sus representantes cómo el Joker prende fuego a una montaña de dinero negro, laboriosamente escondido en un muelle de Gotham para nada; y es que el Caos no atiende a razones económicas o estratégicas, el Caos ni siquiera atiende a intereses personales. Y el Joker sólo es una agente del Caos.
Harvey Dent despierta en el hospital con el rostro horriblemente mutilado, pero su dolor es mayor cuando descubre su moneda de dos caras, que había dejado a Rachel antes de entregarse a la justicia, quemada por uno de los lados, comprendiendo de golpe cuál ha sido el destino de su amada. Y es que, por mucho que lo intentemos, no podemos controlar nuestra suerte, ni lograr que la moneda siempre caiga del lado que queramos, algo que el fiscal descubre en ese momento con inusitada violencia. Mientras tanto el Joker se hace con el definitivo control de Gotham, y, para demostrar una vez más la estupidez y debilidad de sus ciudadanos, manda un mensaje a la televisión en el que informa de que no le apetece que Colin Creese, auditor de Industrias Wayne que había deducido la identidad de Batman al investigar los documentos de la compañía, revele en directo la identidad del enmascarado, por lo que da un margen cuarenta minutos para que este muera o, si no, un hospital volará por los aires. La gente responde ante estímulos básicos, así que una masa de ciudadanos con parientes ingresados se lanza a matar al auditor mientras las autoridades se apresuran a evacuar los centros sanitarios de Gotham; es ese el momento que el Joker aprovecha para mantener una improvisada “entrevista” con Harvey Dent, encuentro en el que da cuenta de su punto de vista sobre la sociedad para, finalmente, provocar un cambio de mentalidad en el fiscal:
-Tienes que creerme, Harvey, cuando te digo que yo no tenía intención de haceros daño a tu novia o a ti. ¡Yo estaba en la cárcel cuando los secuestraron!
-Tú, tu plan…
-¿Plan?, ¿En serio te parezco un hombre con un plan? Yo no tengo planes, soy como el perro que persigue los coches, ¡no sabría qué hacer si alcanzara uno! Voy a serte sincero: actúo sin pensar. La mafia tiene planes, Gordon tiene planes, tú mismo tenías un plan y mira a dónde te ha llevado. Yo me limito a hacer lo que mejor sé hacer, coger los planes de los demás y darles la vuelta. (…) La gente está tranquila mientras todo vaya según el plan, ¡aunque este sea terrible! Por ejemplo, si mañana dijera en los medios que voy a matar a un pandillero o a volar un transporte de tropas nadie se inmutaría, porque todo va según el plan, pero si digo que voy a matar a un simple alcalde, ¡la gente se vuelve loca! Mira lo que le he hecho a esta ciudad con un bidón de gasolina y un par de balas. Introduce una pequeña anarquía, altera el orden establecido, y reinará el caos. Sólo soy un agente del caos. ¿Y sabes qué tiene el caos? Que es justo.
Es este el momento en que el incorruptible fiscal del distrito deja de serlo y se convierte en el icónico villano Dos Caras, entregándose a sus impulsos vengativos y aceptando el azar como única ley a seguir, razón por la que comienza a juzgar a los que considera responsables de su tragedia echando al aire la moneda quemada en lugar de sopesando sus acciones en la imparcial balanza de la justicia. Llegado a este punto de enorme complejidad narrativa, en el que tenemos nada más y nada menos que tres actores (Batman, Joker, Dos Caras) actuando simultáneamente, Bruce acepta que, si quiere detener a su enemigo y mantener el Orden en SU ciudad no puede limitarse a los métodos utilizados hasta ese momento, sino que debe llevar estos un paso más allá, por lo que, echando mano de un sonar especial inventado de Lucius Fox, consigue mapear toda la ciudad, algo que horroriza al inventor, que acepta ayudar a su jefe por última vez para luego destruir este sistema de control diseñado por él mismo y, acto seguido, dimitir. La ciencia sin conciencia no es ciencia, parece decir, y mientras Fox toma esta dura decisión Alfred también tiene lo suyo, pues debe elegir entre entregar o no a Bruce una carta privada que Rachel le dejó para él antes de morir, una carta en la que le confesaba que amaba a Harvey Dent y que pensaba casarse con él, una carta que, de ser leída por Wayne, seguramente dificultaría la continuación de su misión, pues este vio morir al amor de su vida con la ilusión de que en realidad lo amaba a él. ¿Qué es más ético, qué es más práctico? Pero dejemos esta cuestión para la conclusión de la película, que enlaza totalmente con ella.
El Joker lleva a cabo una acción con la que pretende probar definitivamente su tesis social, y para ello llena de explosivos dos barcos dispuestos a dejar la ciudad, uno lleno de ciudadanos normales y el otro con los presos procesados por Harvey Dent en el primer tercio de la cinta. El psicótico payaso comunica por radio que cada barco contiene el detonador de la bomba del otro, y que si en una hora uno de los dos no ha explotado él mismo apretará un detonador que activará las dos cargas simultáneamente. Por si fuera poco consigue inmovilizar a Batman y obligarle a contemplar el “espectáculo”; espectáculo que, en el único acto de toda la película que consigue contrariar al villano, no llega, pues los pasajeros de ambos barcos se niegan a apretar el botón, los presos como aparente modo de lavar sus pecados del pasado, y los ciudadanos “honrados”, aunque votan democráticamente pulsarlo, por una mezcla de sentimientos difícil de definir (¿Miedo?, ¿Culpa?, ¿Auténtica honradez?). El caso es que el Joker fracasa, pero sólo a medias, pues ha logrado pasar a Dent, el Caballero Blanco de Gotham, a su bando, haciendo que asesine a varios policías corruptos y que secuestre a la familia de James Gordon, a quien considera último responsable de su desgracia por haber mantenido a aquellos en su cuerpo. Batman evita que Dos Caras consume su venganza, pero tanto Gordon como él ya han sido derrotados, pues el símbolo en que pretendían que Harvey se convirtiese ha saltado por los aires, a menos que… a menos que alguien cargue con sus crímenes y la figura del fiscal se mantenga incólume, como un símbolo de honradez y legitimidad incluso después de muerto. Y ese alguien no puede ser otro que Batman, el héroe que una ciudad como Gotham merece, pero no el que necesita en ese momento…
-Tú me perseguirás, me echarás a los perros. Porque eso es lo que tiene que ocurrir. Porque a veces la verdad no es suficiente, a veces la gente merece algo más, a veces la gente se merece una recompensa por tener fe…
Hay que hacer todo lo posible por mantener el Orden, y la verdad sobre los hechos es irrelevante, puede ocultarse. Porque no importa que un mundo corrupto merezca un “héroe” como Batman, la Historia se construye a base de falsos iconos, y la mayoría de figuras que han hecho avanzar esta se han mantenido en la sombra detrás de aquellos rostros en los que, como en el caso de Barack Obama (el fallido Caballero Blanco de EEUU durante los últimos años), la gente ha depositado su confianza. De igual forma no importa que Bruce Wayne no descubra que en realidad Rachel no iba a volver con él aunque hubiera dejado de ser Batman, pues, como Alfred comprende, la ilusión de que lo hubiera hecho contribuye a que este continúe con su misión. No importa lo que se le atribuya a Batman, porque él puede soportarlo, porque él debe soportarlo, porque no es un héroe que necesite reconocimiento, es un vigilante en la sombra, un guardián silencioso… un caballero oscuro.
Ahora sólo queda esperar el estreno de The Dark Knight Rises, el cual coincidirá con las elecciones presidenciales en Estados Unidos y con el culmen de la crisis económica que asola nuestro mundo desde el año 2008 (año del estreno de El Caballero Oscuro), una cinta con la que Christopher Nolan concluirá su ambiciosa trilogía, que no sólo supone una sublimación del blockbuster como forma de cine tan respetable como la que más sino que además viene representar el estado actual del sistema como pocos obras pueden hacerlo, pues lo hace desde las mismas entrañas de este.
Excelente entrada la que te has sacado, seguro que has gozado escribiendo sobre este peliculón.
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