domingo, 19 de febrero de 2012

El cineasta de a pie. Entrevista a Enrique Urbizu



Con los premios del cine patrio a unas pocas muescas en el calendario, los redactores de la 'Sole' tiramos del oportunismo que nos es tan grato y echamos mano de una entrevista realizada con excusas académicas, pero evidente vocación cinéfila. El interrogado, Enrique Urbizu, cuya última película es candidata a 14 goyas. Los entrevistadores, la sin par Natalia Covas y servidor. De la conversación resultante hemos extraído un batiburrillo que guarda un cierto parecido con un perfil periodístico. En él se dan cita (casi) todas las facetas y temas del cineasta bilbaíno: género negro, la fauna urbana, la enseñanza universitaria o la gestión de derechos de autor. Pero, como no podía ser de otra manera conociendo al entrevistado y los entrevistadores, lo que más abunda en estos párrafos es cine, cine y más cine. Ahora, sin más dilación, demos paso a la semblanza.

Un despacho, calle Costanilla de los Ángeles. 10 de la mañana. Interior, día. Por la ventana se filtran los primeros rayos de sol, que iluminan la estancia, parcamente decorada. Sobre una mesa, distintos papeles, un cenicero y un ordenador portátil. En las paredes, un armario, un perchero, varios afiches: John Wayne, Drácula de Terence Fisher, los pósters promocionales de La caja 507 y Todo por la pasta. Una puerta comunica con otra habitación, donde hay un hornillo. De allí aparece, con una taza de café, Enrique Urbizu JáureguiCon cierta parsimonia, se sienta  frente a la mesa y enciende un cigarrillo negro. La entrevista puede comenzar. Fuera luces, acción.


Lleva casi treinta años dedicado al mundo del cine. Se ha atrevido con la comedia, el drama, el terror y el cine negro. Retrató en pantalla el Bilbao de finales de los 80, las corruptelas de la costa mediterránea y la cara lumpen-proletaria del Madrid contemporáneo. Ha sido guionista de Roman Polanski en La novena puertatambién de sus propios filmes. En su carrera se han sucedido tanto etapas presididas por obras de encargo como por proyectos personales. Tras ocho años de silencio, regresa por la puerta grande con No habrá paz para los malvados.  

Ahora, se enfrenta a un nuevo reto: atender y responder a las preguntas de una pareja de alumnos de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Y lo encara como es habitual en él: con aplomo y sencillez. Tras dar la primera calada a su pitillo y acercarse el cenicero, cierra la pantalla del ordenador portátil que reposa sobre la mesa. Toda su atención se centra ahora en la entrevista. Aunque reconoce que nunca dedica demasiado tiempo a las nuevas tecnologías, se define como un “hombre analógico” que prefiere consultar libros a acceder a la Wikipedia. Y a pesar de que considera que Internet es el futuro, cree que se podrían hacer películas simplemente "con un taco de folios y un boli bic".

Entre los carteles repartidos por el despacho, uno destaca sobremanera. Se trata de un dibujo a gran escala que reproduce, con matemática exactitud, uno de los escenarios de la película Todo por la pasta, rodada por Urbizu en 1991. Es uno de los dibujos –nos explica el director – que un joven Álex de la Iglesia realizó en calidad de director artístico para la película. Nuestro director pertenece, junto con De la Iglesia, Julio Medem o Juanma Bajo Ulloa a un grupo de nuevos cineastas españoles que comenzaron a destacar en su tierra natal, el País Vasco. Aunque es reacio a encasillarse dentro de una generación de cineastas (nouvelle vague, otros cantares) Urbizu sí que reconoce que todos ellos eran unos jóvenes con muchas inquietudes comunes y que querían poner en pie un cine diferente, contando las mismas historias de una forma nueva.

Al preguntarle por sus comienzos, por el momento en que decidió dedicarse al mundo del cine, Urbizu contesta sin dudar: “Desde que tenía uso de razón, no quería dedicarme a otra cosa  más que dirigir. Realmente, desde que filmaba súper 8 con mis amigos, no he hecho otra cosa que dirigir.” En su infancia en Bilbao, sintió pronto la fascinación por las historias y, claro, él también quiso contarlas. “De pequeño leía una barbaridad. Y ahora también. Leer es la gasolina de la imaginación. De ahí a las películas en súper 8 quedaba un paso.” 

Tras unos cuantos años, con el consiguiente aprendizaje académico en la UPV donde cursó Publicidad; tras varias comedias –“ojo con la comedia”, advierte Urbizu, que opina que es el género más difícil de abordar – algún que otro guión y trabajo de encargo, su carrera ha alcanzado un amplio reconocimiento gracias al cultivo del cine policíaco. 

Y es que, aunque Urbizu ha abordado géneros como la comedia, el drama o el terror, al que ha recurrido con más asiduidad es el thriller o, más bien, el llamado cine negro. ¿Simple coincidencia? Para nada. “Si se quiere hablar de la sociedad contemporánea, el género negro es muy útil. Te permite entrar en cuestiones de sociología, política, economía… sin dejar por ello de crear espectáculo. Te permite contar el mundo, sobre todo lo que no se muestra: las relaciones oscuras, los entresijos, lo oculto… El género negro es testigo de su tiempo y permite meter la cuchilla en aquellas cuestiones que otros géneros pasan por encima.”  

Sin embargo, la opción tomada por nuestro director no es la más popular entre el resto de cineastas españoles. Si se examina con detenimiento la historia del cine en España, son escasos los ejemplos de películas que han abordado la realidad nacional desde el prisma del noir: Apartado de correos 1001, El crackhistorias de Pepe Carvalho, y muy pocas más. Urbizu opina al respecto, refiriéndose a los que, como él, cultivan esta tendencia: “Realmente somos casi francotiradores. De todos modos, parece que se está abriendo una cierta veta para el género negro en España.” Eso es cierto. Películas como las de nuestro director, Celda 211 o la serie televisiva Crematorio, lo atestiguan. Pero, ¿por qué tanta reticencia o timidez del cine español a la hora de abordar el noirUrbizu también guarda para esto una explicación. “Es un género que se ha hecho de forma mimética con respecto a EE.UU., viéndose el cartón, sin llegar a nada. Para colmo, el género allí ha derivado hacia el cine de acción, que no es alcanzable a nivel presupuestario en España. Ha habido grandes escritores que han abierto camino, como González Ledesma, Juan Madrid, Andreu Martín… pero también son francotiradores. Y además, cierta clase intelectual ha minusvalorado desde siempre el género negro, lo ha considerando menor.” 

Ahora bien, tras todo este tiempo hablando sobre su supuesto género predilecto, Urbizu da un giro de 180 grados a la conversación, manifestando que no le gustaría estar encasillado como realizador de thriller, de la misma manera en que no quería serlo en una corriente de cineastas vascos. “No soy exclusivo: leo, veo de todo. Me gustan todos los géneros. Me encantaría dirigir cine fantástico, de aventuras, western. Sin embargo, es verdad que en España no es fácil emprender estos proyectos.” Para nuestro director, hay emociones que son universales y que no están restringidas por etiquetas genéricas, y son ésas emociones las que él intenta perseguir con su cine, “las que todo cine debería perseguir.”  

¿Ha alcanzado Enrique Urbizu, después de estos años, mayor margen de decisión para escoger lo que quiere? “¿Si tengo más libertad a la hora de elegir y llevar adelante un proyecto?” – sonríe irónico – “Pregúntamelo dentro de un año, a ver si he conseguido terminar una peli.” ¿Y hay alguna en proyecto? Afirmativo. Se encuentra en la fase de preproducción de un filme sobre Francisco Paesa, que probablemente se titulará “De armas y conversacionesUna suerte de Le Carré ibérico, anuncia su director. 

Lo cierto es que Urbizu ha conseguido de forma paulatina el reconocimiento de la crítica, que alcanzó su punto álgido en la pasada edición del Festival de San Sebastián. “Guardo un recuerdo muy grato del último San Sebastián, fue muy especial para mí, después de tantos años en el oficio." Y ahora, los Goya... "No le doy excesiva importancia al hecho de irme de vacío, no es que me espere nada. Tampoco es que haya recibido tantos premios. Si no te agobias por eso, mejor.” Urbizu no busca mediatizarse, la parte promocional del cine no le atrae y si “la pudiese evitar, no dudaría.”  

Urbizu aspira a ser artesano, ese cineasta que acepta y realiza con solvencia toda clase de proyectos, aunque son menos de los que desearía. “Si estuviese en una industria más potente, como Hollywood, me gustaría aceptar otros guiones, encargos que me apeteciesen.” Eso no es siempre posible en el panorama de la industria cinematográfica española. Una industria que no ofrece demasiadas facilidades. “Ser cineasta en España es sobrevivir entre película y película.” El propio cineasta ha estado casi ocho años sin estrenar en los cines a causa del fracaso de taquilla que supuso La vida mancha.  

Si se le pregunta por la posible dicotomía entre sus anhelos de artesano y las de auteur, lo tiene claro. Para él, la autoría está en la puesta en escena, pero para alcanzarla hay que dominar el oficio, como un artesano. No hay contradicción entre el arte y el aprender un oficio. Por eso, cuando se le pide que hable de su estilo, entendido como una manera propia de encarar la puesta en escena, Urbizu responde en la misma línea. “Prefiero no pensar en ello, porque es la muerte del cineasta. El estilo lo dicta la propia película. Espero no estar lastrado por un estilo.” Ahora bien, si comparamos Todo por la pasta con su última película, No habrá paz para los malvados, se nota una clara evolución. “Éramos muy jóvenes cuando trabajábamos en Todo por la pasta  – recuerda con una sonrisa Enrique – queríamos pegar fuerte.” Desde entonces, por supuesto que han ocurrido cambios. “Sí; – reconoce – con el tiempo he ido depurando. Me gustan los cineastas seguros del plano que quieren.” No se moja en cuanto a estilo, pero sí que admite haber adquirido unos planteamientos férreos: “sin adornos, sin concesiones a las modas, sin embarullar.” 

De dichos planteamientos proviene su fama de cineasta amante del rigor. Él no lo niega; es meticuloso con el plan de rodaje, le gusta llevar la película muy preparada. Así, ni se disparan los costes ni las inseguridades si hay que improvisar. Para alcanzar esta seguridad, se ha ido procurando colaboradores fijos tanto en el equipo técnico como en el artístico. Gente con la que trabajar sea grato y fácil, y que permita asumir mayores riesgos en cada producción. Con estos mimbres, el bilbaíno monta un cine que bebe de las maneras clásicas, pero adaptándolas a su particular idiosincrasia. “Estoy mayor para mitologías y cinefilias. Todas las referencias están en el disco duro, pero lo que cuentas lo buscas en tu historia propia, en tu realidad, y no lo basas en referencias. Tu película debe ser tuya."

¿Qué es lo que distingue, entonces, una película de Enrique Urbizu? Sus historias se mueven entre personajes al límite, de clase media baja, en barriadas populares o zonas urbanas degradadas. “Me gusta la parte no elegante, no glamorosa. La gente vulgar, los bares con grasa, con serrín. A mí no me encontrarás en una discoteca de moda, me encontrarás en una tasca de barrio. Me gustan los personajes a pie de calle, frikis, patanes… Creo que ese mundo tan poco consciente de sí mismo es una riqueza nacional que hay que aprovechar”, afirma Urbizu. A modo de ejemplo, relata su encuentro, mientras buscaba exteriores para su último filme, con una taberna del centro madrileño llamada La Penúltima. “En bares como La Penúltima pones la oreja, ves cómo habla la gente, cómo se echan la caña, el carajillo…”  

Urbizu busca encajar sus tramas dentro de la cotidianeidad más inmediata. Sus historias, como en la vida, “como en la jodida realidad”, o como en muchas novelas negras, no son rotundas, no buscan responder a todos los interrogantes que suscitan en el espectador. Muchas veces, el director deja en el aire situaciones y personajes, prefiere sugerir antes que destripar. No le interesan tanto las motivaciones como las acciones. “La vida es así. Conoces gente y no sabes qué pasa por su cabeza. La gente va por la vida ocultando más que mostrando. Me gusta dejar cosas en el aire en mis películas, que cuando se enciendan las luces el espectador se lleve preguntas a casa, se quede con la película. Igual la misión no es contestar preguntas, sino plantearlas.” 

El sonido de un móvil interrumpe la conversación. Urbizu no se inmuta; alarga la mano y apaga el teléfono. “Que estamos en una entrevista, hombre”, subraya sonriente. Se le agradece el gesto. A estas alturas, reflexionamos los entrevistadores, parece imposible no hablar de otra cosa que no sea de cine. Tampoco es que pase nada. Para no virar excesivamente el tema de la conversación, volvemos a mencionarle uno de los afiches de su despacho. Justo detrás de él se yergue la figura del Drácula que Christopher Lee interpretó para la película de Terence Fisher de 1958. Urbizu ya había mencionado anteriormente este filme en una de sus clases, a las que tuvimos la oportunidad de asistir.

Flashback al aula 17.0.05. Universidad Carlos III, Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación. Interior, día. Urbizu explica a un grupo de treinta alumnos del turno de tarde la concepción estética que practicó Murnau en Nosferatu. Junto a él, una pantalla donde se proyecta la película. Los alumnos no dejan de tomar apuntes y Urbizu se crece hablando de un tema que se nota que le gusta. Pasea de un lado al otro del aula, divaga sobre la temática de los vampiros e incluye una gran cantidad de pullas contra la saga Crepúsculo, dialoga con sus alumnos, se ríe, está en su elemento. 

“Por supuesto que me gusta dar clase. Aunque al principio estaba algo inseguro, descubrí que ser profesor te enriquece.” Urbizu destaca el contacto con gente joven, que le da una visión refrescante sobre su profesión. Lleva varios años impartiendo tanto en la UC3M como en la ECAM. “Al final el que más aprende dando clases soy yo. Además, allí hago algo que me encanta: ver y hablar sobre cine.”  

Otra faceta del cineasta, aunque no alejada del séptimo arte, es la presidencia de la sociedad DAMA, de gestión de derechos de autor. “Somos escrupulosamente democráticos, cada socio es un voto y la ambición es ser irreprochables”. La propiedad intelectual está sometida a un gran debate, por lo tanto, DAMA intenta predicar con el ejemplo y ser absolutamente transparente en la gestión, justa en la recaudación y equitativa en el reparto. Saben que el futuro está cambiando el panorama cinematográfico y que deben estar preparados para amoldarse a esos cambios. 

Con respecto a los derechos de autor, la posición adoptada por Enrique Urbizu es taxativa: “Es una falacia eso de que la cultura tenga que ser gratis porque no es gratis producir películas”. El cineasta no desea enfrentar a espectadores y autores, tal y como ha provocado la gran Industria, sino de ser justos, ya que muchas personas "se enriquecen con materiales audiovisuales que no les pertenecen. Además, la vulneración de estos derechos va en detrimento de la cultura audiovisual. La tendencia confirma que si el consumidor dispone de forma gratuita del material lo infravalorará”.  

Y así podríamos seguir. Pero hasta las mejores películas tienen un final, por ello mucho más esta entrevista. Nos vamos levantando, pronunciamos las últimas preguntas. Para cerrar, recapitulamos.

Enrique Urbizu: director, guionista, profesor de audiovisuales, defensor de los derechos de autor, infatigable lector, cineasta de a pie. ¿No cansa? “Lo que cansa es no estar rodando a diario. Es más, me parece un privilegio dedicarme a esto con los tiempos que corren.”  

¿Es, entonces, Urbizu un hombre que, más que dedicarse al cine, vive y respira gracias a él? El entrevistado hace una pequeña pausa antes de contestar y declara categórico: “La primera obligación de un cineasta es el cine: el cine como forma de vida, como forma de pensar el mundo, como forma de construir la realidad, de entender qué coño está pasando. Otros escriben literatura, otros construyen edificios… a nosotros nos ha tocado el cine.” 

Y a nosotros nos toca ahora cerrar la entrevista. Corten, toma buena.  

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