miércoles, 27 de julio de 2011

John Waters (II). La "Trilogía Trash": 'Pink Flamingos' (1972), 'Female Trouble' (1974) y 'Desperate Living' (1977).





-¿Divine, crees en Dios? -pregunta un periodista, al final de Pink Flamingos.
-¡YO soy Dios! -se autoproclama la diva.

Pink Flamingos (1972) pasa por ser el título más emblemático de la filmografía de John Waters, el que le lanzó a la fama junto a su musa, Divine. Pink Flamingos constituye un hito dentro de la historia del cine, por más impensable que pudiera resultar para sus creadores antes de estrenarla. Por primera vez en color, Waters narra la competición de dos familias por ser las más cerdas de la Tierra. Por un lado, está la de Divine, cada vez más gorda, con su madre (Edith Massey) retrasada, atascada en un parque de juegos infantil y obsesionada con los huevos, y su hijo Crackers, que se tira a su novia con gallinas de por medio. Por otro lado, están los Marbles (David Lochary y Mink Stole), que secuestran chicas para dejarlas embarazadas y después vender sus hijos a madres lesbianas. Las dos familias se irán haciendo putadas respectivamente hasta la victoria definitiva de Divine.





En el legendario epílogo final, Divine camina con su familia por el centro de Baltimore. Tras observar cómo caga un perrito, se mete la mierda en la boca y la mastica mirando a la cámara, con alguna arcada de por medio. Así nació el mito. A día de hoy, esta escena es consideraba por muchos críticos la más importante del cine underground de toda la historia, así como Pink Flamingos, la mejor peor película jamás hecha. Este monumento a la zafiedad y a la perversión logró mantenerse en pantallas americanas, en sesiones golfas, más de 10 años, manteniendo su éxito.

Si con Multiple Maniacs Waters logró realizar, como dije en el anterior post, una notable sesión de desprogramación mental, con Pink Flamingos se superó, forzando aun más los límites del morbo, de lo que espera ver el espectador en una pantalla, de cómo se tiene que mostrar. Con un presupuesto original de 10000 dólares, Waters logró el éxito: la cinta se convirtió inmediatamente en un clásico de culto.

Más allá de las afinidades personales que uno pueda tener con este tipo de cine, Pink Flamingos ha trascendido a su contexto y permanece como un icono cinematográfico, representando la cumbre de toda una producción marginal e independiente como era el underground americano, y de ahí su importancia. El contexto del que hablo es particularmente interesante: a principios de los 70, se estaban explorando los límites de lo que se podía mostrar en una pantalla de cine: con esto quiero decir, que si Pink Flamingos se hubiera realizado 15 años después, tal vez hubiera resultado un título de culto, quién sabe, pero no hubiera cobrado la misma importancia debido a la osadía que supuso estrenarla en 1972. Pensemos que en ese año, también resultó un éxito pionero una cinta como Garganta profunda.

A mí personalmente me resulta una cinta divertida, que gana todavía más vista en compañía. Para mí es la ‘experiencia Waters’ definitiva puramente dicha (fotografía improvisada, planos-secuencia, zooms gratuitos, imágenes desenfocadas, encuadres temblorosos, diálogos hiperbólicos, un ritmo cinematográfico que no decae…), puesto que con su siguiente filme, su producción se enmarcaría más dentro del concepto ‘película’ de una manera más convencional.
Pink Flamingos es una experiencia extrema que se mantiene viva, por más que hayan pasado casi 40 años de su realización, una oda al tabú y al mal gusto. Si hoy día asombra, pensad en las caras de los espectadores de 1972.

Con Pink Flamingos se inauguró la que los críticos denominaron ‘Trilogía Trash’, que tiene continuidad en Female Trouble (1974) y Desperate Living (1977). Fue distribuida por la entonces naciente New Line Cinema, que acompañaría a Waters en futuros proyectos, dotándoles de gran difusión.

Female Trouble (Cosas de hembras, 1974) es, para mí, la mejor película de John Waters, su obra definitiva, por más que, por razones ya justificadas, la mayoría de los ojos se centren en Pink Flamingos. Female Trouble es la más completa y redonda cinta que, para mí, ha parido John Waters hasta la fecha. En ella se da la idea que ya planteé de EXPERIENCIA, pero asimismo el realizador afronta con este título su primera PELÍCULA en el sentido más convencional del término, es decir, desplazándolo a un terreno narrativo. Antes de proseguir, aporto un breve apunte sobre el argumento.

Dawn Davenport, estudiante rebelde de Baltimore, huye de su casa tras atacar a sus padres el día de Navidad porque estos no le han regalado unos zapatos de chachachá. Poco a poco, se convierte en una delincuente juvenil. Será violada, asaltada, engañada, tendrá una hija. Su vida se desarrollará a lo largo de los 60 y principios de los 70 con giros bruscos, innumerables: tantos que me costaría enumerarlos.

Por si alguien tenía dudas del talento interpretativo de Divine, en Female Trouble hace un papelón, desdoblándose en ocasiones (en una escena, se llega a violar a sí misma: en el plano hace de mujer, en el contraplano, de hombre). La técnica de Waters es algo más depurada, pero sin perder su esencia. La dirección de arte y de vestuario es bastante elaborada, así como la caracterización de los actores. Los escenarios de la historia son múltiples: siempre está pasando algo. Los diálogos son los más histéricos jamás escritos por Waters y las situaciones por las que atraviesa Divine de lo más insólitas. Procesada como criminal, se tendrá que sentar en el banquillo de los acusados; encumbrada como una diva de la belleza (con la cara quemada por ácido y calva) dará estúpidos espectáculos que serán un éxito, etc etc.

Waters reflexiona con una profundidad que resulta insólita en él (pues sus obras, en general, suelen ser bastante superficiales, todo hay que decirlo) acerca de las ideas de belleza y de arte: cuanto más fea y más criminal es Divine, más será ensalzada por sus adeptos en la cinta, más seguida: la gente paga por ir a verla saltar en una estúpida cama elástica para después sacar un arma y disparar contra su público.

Las escenas insólitas y chocantes se suceden como en títulos anteriores, pero se aprecia cada vez más la mano de un autor que sabe lo que hace. Female Trouble posee el encanto de las primeras creaciones de Waters, así como el pulso del director más experimentado que encontraremos en sus obras posteriores.La crítica, como bien se aprecia en los posters del estreno, se posicionó muy a favor de la película, dados sus méritos sobrados.


La tercera y última película de la ‘Trilogía Trash’ es Desperate Living (1977). Bajo mi punto de vista, es la menos interesante de las tres, a pesar de tener atractivos suficientes.Cuenta la historia de un ama de casa desesperada e histérica, encarnada por la estupenda Mink Stole, quien, cansada de su vida rutinaria y obsesiva, huirá de su hogar acompañada de su criada negra y obesa Grizelda. Acabarán amparándose en un poblado de chabolas, Mortville, donde habitan delincuentes, perturbados, nudistas y ‘desviados’ sexuales y en el que gobierna la Reina Carlota (Edith Massey). Tras morir Grizelda en el derrumbamiento de una chabola, la protagonista se pondrá al servicio de la Reina, contra la que más tarde el pueblo se rebelará.

Es algo difícil valorar justamente Desperate Living. La verdad es que como película me resulta entretenida y divertida, así como incluye escenas repulsivas en las que Waters se supera. La dirección de arte y de vestuario son todavía más elaboradas que en su predecesora, así como el maquillaje. Se nota asimismo la presencia de una inversión más abundante en la producción: aparecen más actores, y no tan solo asociados al mundo de los dreamlanders de Baltimore (véase el caso de la exconvicta y devorahombres Liz Renay), pero encuentro algunos puntos débiles, o por lo menos muchos más que en sus predecesoras. En primer lugar, falta Divine: al director le falta su musa (en el momento, ocupada por razones contractuales en diversos espectáculos) y su cámara no resulta tan inspirada con otros actores. Por otra parte, mientras se aprecia una dirección más madura y experimentada, como guionista, Waters recurre de nuevo al encadenamiento de episodios cómicos y chocantes, presentándolos de manera algo mecánica a veces. Se nota que el equipo de trabajo ha conocido el éxito, y en parte por eso, trata de dar lo que se espera. Por lo tanto, si bien me parece un filme notable, creo que, por diversas razones evidentes, no está a la altura de sus dos compañeras de trilogía, aunque sí me parezca mejor que las dos primeras cintas de Waters, que comenté en el anterior post.

El director ha sorprendido, ha llamado la atención, ha sido reconocido: ahora querrá probar suerte acercándose al mainstream. Veremos qué tal le va en el próximo post.

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