domingo, 3 de octubre de 2010

Zinemaldia 2010.

Este artículo es cortesía de David Muela Terreros, estudiante de 3º de Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid y nueva incorporación a la plantilla de La Soledad del Tipo de Fondo

REMEMORANDO SAN SEBASTIÁN 2010


Diez días y más de treinta películas a nuestras espaldas es lo que hemos traído a la vuelta de uno de los festivales cinematográficos más importantes, si no el más importante, de España. Como miembros del Jurado Joven hemos visto varias cintas pertenecientes a directores debutantes, varias de directores latinoamericanos, y algunas de la peligrosa combinación de ambas categorías; y a pesar de todo hemos sobrevivido y nos encontramos física y mentalmente bien. Si alguien no se lo cree hay fotos que así lo testifican.

Sin embargo aquí no nos interesa el estado de los miembros de este blog, o al menos no primordialmente, sino el cine visto en el festival. Es por eso que he realizado una pequeña lista que recoge los filmes que yo considero más interesantes y sugestivos vistos durante esos diez días de locura. Es posible que mis compañeros de andanzas no estén de acuerdo con algunas de mis elecciones, que consideren que me dejo fuera alguna cinta clave o que incluyo alguna que ellos no destacarían; sin embargo el gusto es algo tan personal como intransferible, así que insto a quien no esté de acuerdo conmigo a que contrarreste mi lista con una equivalente.
Así pues, y como diría el Joker, allá vamos:

LAS 5 MÁS DESTACABLES

PODSLON/ SHELTER (Dragomir Sholev)

Desde Bulgaria llega la que para mí ha sido la revelación del festival, y la carta de presentación de un director al que seguir minuciosamente a partir de ahora; y es que resulta admirable que un debutante conciba su ópera prima como un complicado ejercicio de estilo mediante el que retratar un día prácticamente en tiempo real. Tanto su planificación a base de planos secuencia como su tratamiento del tiempo y el espacio recuerdan al cine de Theo Angelopoulos o Béla Tarr, aunque con un objetivo muy distinto, pues Sholev los utiliza para narrar una pequeña historia que de tan cotidiana podría tomarse por anecdótica, pero que logra superar su posible intranscendencia gracias a un inteligente guión que retrata de manera tan sutil como madura el enfrentamiento entre unos adultos de vida burguesa e ideas conservadoras y unos jóvenes punkis que, sin embargo, llegan a resultar más racionales que los primeros. Un conflicto que es planteado sin maniqueísmos ni tremendismos y dejando siempre espacio para que el espectador reflexione, pues en ningún momento se formula una solución clara, aunque el autor finalmente abre la puerta, si no a una conciliación, sí a un posible aprendizaje mutuo.

Pero si algo llama la atención Podslon (Shelter) es sin duda por su planificación y puesta en escena, una de las más impresionantes que yo haya visto en los últimos años: y con esto no sólo me refiero a las larguísimas tomas rodadas con steady-cam dentro del piso de la familia protagonista, sino al hecho de que el realizador mantiene una férrea coherencia formal y, por ejemplo, en la escena de la cena renuncia a los planos secuencia y opta por un rápido montaje de primeros planos que ilustra a la perfección el enfrentamiento dialéctico que tiene lugar en ese momento. De este modo Podslon resulta una delicia a nivel formal, pero además cuenta con el añadido de un fondo complejo que la sitúa en las antípodas de un bodrio como Izarren Argia, de Mikel Rueda, otra cinta presentada en la Sección de Nuevos Directores y caracterizada por su total desfachatez y maniqueísmo a la hora de abordar un gran conflicto ideológico como fue la Guerra Civil española. Es la contraposición de películas aparentemente tan distintas la que permite apreciar con claridad porque unas son buenas y las otras no, y esta es una de las ventajas que solo un festival de cine ofrece a quien quiera (y sepa) aprovecharla.

LA TÊTE AILLEURS (Frédéric Pelle)


















Desde Francia nos llegó una pequeña gran película que hacía del sentido del humor y de la ternura sus mayores bazas, una cinta que se ganó inmediatamente el cariño del público del Jurado Joven gracias a la identificación que logra crear con su entrañable protagonista, un hombre de mediana edad, crupier en un casino, que sostiene su vida sobre la ilusión de viajar por todo el mundo, pero que sin embargo es incapaz de dar el salto, pues antes “Todo debe estar preparado a la perfección” y, claro, las cosas nunca acaban de estar listas al 100%. ¿Retrato de una frustración?, ¿metáfora sobre ciertos comportamientos del individuo occidental?, ¿fábula sobre la importancia del camino a recorrer por encima de la meta a alcanzar? Queda a elección de los afortunados que lleguen a ver la película; por nuestra parte los que ya lo hemos hecho recordaremos durante mucho tiempo a su memorable personaje principal y su cómica (aunque en el fondo a mí me resulta verdaderamente trágica) incapacidad de cumplir su sueño.

OCTUBRE (Daniel Vega, Diego Vega)

Horizontes latinos ha sido sin duda la sección más áspera a la que no hemos enfrentado; y es que, aunque resulte duro decirlo, los latinoamericanos no nos han demostrado demasiado talento a la hora de hacer cine, ni en la parte estética ni en la argumental. Películas claramente amateurs que misteriosamente han logrado llegar hasta el festival junto a bodrios que encubren su falta de sustancia con la coartada del naturalismo y la improvisación (cuánto daño han hecho estos conceptos al cine…) acabaron provocándonos temblores y espasmos ante cualquier película perteneciente a esta sección; sin embargo no perdimos del todo la esperanza gracias a esta estupenda película peruana, clara demostración de que se puede hacer un cine minimalista sin caer en la reiteración y la vacuidad más irritante. Los hermanos Vega ejecutan una puesta en escena cuidada al milímetro para describir la rutina de un gris prestamista en una sociedad todavía más gris y deshumanizada. La verdad es que después de ver Octubre a uno se le quita cualquier gana de visitar Perú, o Suramérica en general, pues es descrita como una tierra sin alegría ni esperanza, un mundo donde los lazos de sangre han perdido cualquier valor simbólico y las relaciones se basan en el interés puro y duro. Afortunadamente los realizadores huyen del didactismo más ramplón para expresar estas ideas y optan por construir su discurso sobre silencios y palabras no dichas, que quizás vengan a ser lo mismo (o no), insuflando su obra con un humor negrísimo que en ciertos momentos llega a lidiar con lo escatológico, pero sin caer nunca en el mal gusto. Un caustico retrato social e individual que desde luego merecería estrenarse en nuestro país; y es que, tal y como dijo un espectador a los realizadores en el coloquio de después de la proyección: “Es una soberbia película”.

SMUKKE MENNESKER/ NOTHING’S ALL BAD (Mikkel Munch-Fals)


Desde Dinamarca nos llegó una de las películas que, para bien o para mal, más impacto causaron en la sala: Nothing’s all bad, comedia negrísima que retrata la parte más podrida de una sociedad de altísimo nivel de vida que, sin embargo, guarda mucha porquería debajo de la alfombra. Cuatro personajes, un hombre y una mujer maduros y sus respectivos hijos, cada uno enfermo de soledad por causas distintas, encuentran una manera de aliviarse en prácticas sexuales desviadas de lo que nuestra sociedad occidental considera lo correcto. Prostitución masculina, exhibicionismo o pornografía con discapacitados son algunos de los temas tabú que el realizador novel Munch-Fals se atreve a tocar en una cinta con ecos de la gran Happiness de Todd Solondz, aunque su retrato de la sordidez carece de la ironía y el mordaz sentido del humor que hacía grande aquella y resulta mucho más serio y, en consecuencia, plano. Sólo en sus últimos compases la cinta compone un brillante momento cómico que podría pertenecer a una brutal sit-com estadounidense, y que provocó las carcajadas de toda la sala; lamentablemente el resto resulta demasiado llano y directo y demuestra que a Munch-Fals, aún demostrando su solvencia técnica, le falta sensibilidad y distanciamiento respecto a lo que cuenta. Y es que si decides mostrar a personajes en situaciones límite ya puedes o bien analizarlos psicológicamente o bien retratarlos con un distanciamiento irónico, pues si no corres el peligro de caer en el efectismo más gratuito. Sin embargo no hay que perder la esperanza en este realizador, pues está aprendiendo y creo que en el futuro podrá entregarnos alguna gran película.

BURIED (Rodrigo Cortés)

Fuera de nuestras películas obligatorias pudimos disfrutar de esta joya en la sección de Zabaltegui-Perlas, una de las pocas cintas de género que vimos que, paradójicamente, nos gustó a todos sin excepción. Estrenada ayer en España, probablemente se convierta en un fenómeno popular como hace tres años fue REC, pues tiene todos los ingredientes para ello: un concepto tan atractivo como terrorífico, una puesta en escena que saca todo el provecho posible al mínimo espacio en que se desarrolla la acción (quizás el espacio más reducido de toda la Historia del Cine) y una tensión magníficamente creada y mantenida a lo largo del metraje. Además Rodrigo Cortés se atreve a criticar directamente una situación tan abyecta como fue la invasión de Irak por parte de Estados Unidos, ampliando su ataque a la sociedad capitalista en general, que utiliza al individuo como un engranaje más de su maquinaria que se puede desechar en cuanto deje de ser útil. Un prodigioso manejo del espacio y del tiempo cinematográfico para una de las cintas revelación de la temporada, a la que lo único que se le podría reprochar es su utilización efectista de la música y el montaje en ciertos momentos, un fallo menor achacable a que el modelo de Cortés parece el efectista cine norteamericano antes que el más sobrio europeo. Y es que si Buried la hubiera dirigido un francés seguramente sería un plano fijo de hora y media de Ryan Reynolds dentro del ataúd… y, pensándolo bien, parece preferible la opción más dinámica que toma el realizador español.

MENCIÓN ESPECIAL:

AKMA-REUL BO-AT-DA / I SAW THE DEVIL (Kim Jee-Woon)

Aunque solo la vimos cuatro de nosotros esta es una película tan brutal y chocante que me veo obligado a incluirla como mención especial. Dirigida por el que parece ser uno de los más importantes realizadores coreanos de la actualidad, I saw the devil (el título original es demasiado difícil de escribir) ha sido una de las experiencias irrepetibles del festival: un delirio bizarro y ultra violento en el que confluye gore explícito, canibalismo, una venganza épica y reflexiones variadas, tan propias de los orientales, sobre el dolor y la naturaleza del mal. Y es que esta es una de esas pocas películas que merecen el calificativo de “impredecibles”, pues cuando parece que la historia no puede continuar te sorprende con un retorcido giro de guión que la acerca peligrosamente a las denominadas torture-porn movies, popularizadas por Saw y Hostel hace unos pocos años; sin embargo, Kim Jee-Woon demuestra más inteligencia y eleva su película por encima de la simple exploitation sangrienta, pues en ella lleva a cabo toda una deconstrucción de la figura clásica del psicópata, difuminando los límites establecidos entre la figura del “bueno” y el “malo” y obligando al espectador a reflexionar sobre aquellos límites morales que nos separan de los monstruos. De todas maneras la película puede disfrutarse como puro ejercicio de género (¿Qué género?, ¿terror?, ¿thriller?, ¿acción?, ¿todos a la vez?) sin necesidad de entrar en estas consideraciones, pues el coreano se demuestra como un impecable narrador capaz de mantener un ritmo frenético a lo largo de casi dos horas y media, alternando escenas tensas con otras macabramente cómicas con desconcertante fluidez. Esperemos que alguna distribuidora se atreva a estrenar este filme, porque, aunque sólo sea para estómagos curtidos, seguramente generará una legión de entusiasmados seguidores.

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