miércoles, 20 de octubre de 2010

Memorias de Europa. Stefan Zweig.

No considero a nuestra memoria como algo que retiene una cosa por mero azar y pierde otra por casualidad, sino como una fuerza que ordena y excluye con juicio. Todo lo que olvida el hombre de su propia vida, en realidad ya mucho antes había estado condenado al olvido por un instinto anterior. Sólo aquello que yo quiero conservar tiene derecho a ser conservado por lo demás. Así que ¡hablad, recuerdos, elegid vosotros en lugar de mí y dad al menos un reflejo de mi vida antes de que se sumerja en la oscuridad!

Así concluye el prólogo de El mundo de ayer, autobiografía del austríaco Stefan Zweig, escrita en los albores de la segunda guerra mundial, únicamente con el material retenido por la memoria, entre las cuatro paredes del hotel brasileño al que se exilió, desposeído y humillado como todo judío de su identidad, de su propia lengua.

En sus apuntes, sin caer en pormenores de su vida privada, echa la vista atrás para recordar los años perdidos: Su privilegiada formación intelectual en el gran momento de esplendor cultural de Viena a finales del siglo XIX y principios del XX (aun con una falsa moral colectiva que envolvía la realidad en el ambiente) marcada por la apatía estudiantil y la obsesión enfermiza propia y de sus coetáneos por adquirir conocimiento, el inicio de una determinada vocación por exteriorizar su espíritu a través de la literatura, sus primeras relaciones personales con los hombres del momento de cada campo, inalcanzables en aquella época y comunes con el paso del tiempo (Rolland, Strauss, Freud, Gorki), o la admiración profesada a genios poéticos como Hofmannsthal o Rilke, auténticos adelantados. Años de despreocupación política y social, de individualismo, en los que embelesados por el fanatismo artístico, los días no tenían noche para aquellos jóvenes austríacos.

Sin embargo, el motivo central que impulsó al autor a repasar su vida fue la derrota colectiva de un continente en el que creyó hermanado, unido y sin fronteras limítrofes ni espirituales. El mundo de ayer no es sólo un testamento autobiográfico, sino una magnífica radiografía de la Europa de primera mitad del siglo XX, décadas de cambios y convulsiones sin parangón en la historia, que derivarían en un giro de mentalidad en el ser humano. El carácter aleccionador de la obra se encuentra en la lucidez de los recuerdos con que Zweig muestra su amor por la libertad personal y el odio ante la guerra y sus consecuencias. Del mundo de (relativa) seguridad al mundo del terror transcurre medio siglo que pone de manifiesto los errores que no supieron guiar a aquella generación que cargó con el peso del destino y se condenó a muerte por la locura nacionalista.

La edición española de Acantilado cuenta con la traducción realizada por Joan Fontcuberta y Agata Orzeszek que conserva la fuerza y el equilibrio del original, el poder adictivo de uno de los grandes prosistas europeos del siglo XX (tanto en su juicio ensayístico como en su narrativa breve), con una palabra ágil y elegante, selectiva y erudita, observadora en cada una de sus páginas. Una obra de negación terriblemente pesimista de un hombre abiertemente optimista, el último legado de Stefan Zweig poco antes de, destruida su fe en el hombre y en su patria Europa, suicidarse junto a su segunda esposa en un mundo en el que ya no quería vivir.

1 comentario:

  1. Javi, espero que no molestásemos el jueves por la mañana en el desayuno, era la euforia de zombie, que nos quedaba para rato :)

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