Aunque el manga no es precisamente un tema muy recurrente en este blog, quiero lanzar una primera piedra a favor de este noble arte venido del este de Asia y para ello, en un gesto he de reconocer bastante contradictorio, voy a comentar una obra de uno de los grandes maestros del género que, sin embargo, me ha decepcionado profundamente, más que nada porque los referentes que tenía no podían ser mejores. Pero vayamos por partes.
Osamu Tezuka (1928-1989) es considerado unánimemente el padre del manga debido a su condición de pionero en pasar de las historietas de unas pocas viñetas a los story manga (o mangas de larga duración con una trama mucho más elaborada) y el desarrollo del formato tankoubon (volumen compilatorio de una serie inicialmente publicada por entregas, generalmente semanales), que actualmente triunfa en todo el mundo para la edición de manga. Con un estilo de dibujo heredero del de Walt Disney, Tezuka se vio influenciado por los horrores sufridos por su país durante la 2ª Guerra Mundial, y desde muy pronto intentó transmitir con sus trabajos mensajes optimistas y esperanzadores. En los años 50 consigue su primer éxito importante con la culminación de sus series de Astro Boy y La princesa caballero, y el éxito continúa en las décadas siguientes con obras como Buddha (1972-83), Fénix (1954) o Adolf (1983); sin embargo, la obra que dio un vuelco a su carrera y le hizo pasar de un estilo infantil y optimista a tratar temas mucho más oscuros fue MW (1976 - 1978), el cómic al que le dedico esta entrada.
MW se publicó por primera vez en 1976, y según el propio Tezuka surgió como intento de denuncia de algunos de los principales vicios que afectaban a la sociedad nipona por aquél entonces; sin embargo el principal detonante fue un escándalo de la época en el que el primer ministro aceptó un soborno multimillonario por parte de una empresa de armamento norteamericana. Esto movió al autor a escribir el argumento, que podría resumirse así:
Yuki, un joven bello e inteligente, trabaja en un banco de Tokyo y se oculta bajo una máscara de educación y buenas maneras, pero en su interior oculta a un monstruo cuyo principal interés es producir todo el daño posible a aquellos que le rodean; la única persona que conoce su secreto es Garai, sacerdote cristiano con el cual comparte una historia del pasado que les unió irremisiblemente, historia en la que se ve envuelto un arma secreta del gobierno con el nombre clave de MW (pronunciado Mu). Y hasta aquí puedo contar para no desvelar de la trama más de lo necesario. Sin embargo, como este no sólo es un blog de divulgación sino también de análisis y crítica, voy a copiar mi texto sobre la novela en cuestión. Si os han entrado ganas de leérosla, por favor, no sigáis adelante, pues seguramente lo que sigue os desalentará. Si no, tenéis mi bendición:
Después de la genial Adolf tenía las expectativas muy altas con esta otra obra de Tezuka, pero lamentablemente estas no se han visto cumplidas: y es que MW, aún resultando igual de dinámica narrativamente, se queda muy lejos de la intensidad y la solidez dramática de la obra ambientada en la 2ª Guerra Mundial. El problema es que Tezuka pretende hacer un repaso/crítica por los principales vicios que afectan a la sociedad nipona de los años 70, pero para ello elige un vehículo dramático que de tan rocambolesco pierde cualquier credibilidad, lo cual provoca que la lectura que se hace de esos males sociales se quede en anecdótica, superficial e incluso frívola.
Es difícil creerse la relación amor/odio entre el cura homosexual y el asesino ultrainteligente y escurridizo, pero en este caso el problema no es del lector sino de lo mal planteado que están los personajes, principalmente el de Yuki, una especie de super-villano invencible cuyo objetivo es destruir a la humanidad entera porque sí, por pura maldad. A lo largo del cómic uno espera que aparezca alguna motivación, algún matiz, que otorgue más dimensiones a un personaje tan extremo, pero no, Tezuka se queda en la superficie y se limita a utilizarlo para hacer avanzar la trama sin aportar más profundidad a su carácter; esto no me importaría si fuera un simple secundario, pero el problema se vuelve más grave al tratarse del principal protagonista, pues el núcleo de la obra pierde mucha sustancia debido a ello. Y su antagonista, el padre Garai, que debería actuar como contrapunto humano del implacable asesino, también se ve afectado por lo caricaturesco de las acciones de Yuki, pues su conflicto personal luce casi ridículo al lado de la magnitud de las barrabasadas cometidas por el otro; aún así, las partes de Garai resultan las interesantes de la obra, pues son aquellas en las que se vislumbra a un ser humano real y no a una caricatura de villano que casi deja al protagonista de Death Note (2003-2006) en personaje de Shakespeare.
Y aún optando por la opción de que la trama principal actúa como vehículo para tratar otros temas tampoco Tezuka lograría su propósito, pues estos asuntos (utilización de armas químicas peligrosas por parte del ejército, tratos ilícitos con gobiernos extranjeros, atentados provocados por la izquierda radical, tratamiento hipócrita de la homosexualidad por parte de los medios de comunicación, corrupción política, falta de solidaridad...) aparecen casi como comentarios a pie de página sin profundidad alguna; obviamente una novela gráfica no puede tratar con exhaustividad problemas tan complejos, pretender eso sería ridículo, pero no hubiera estado de más que el autor los introdujera de una manera más sutil, y no como menciones esporádicas que poco o nada aportan a esa trama principal. En ese sentido me recordaba a la parte final de Adolf en Israel, sin duda lo peor de aquél cómic, por la superficial manera de pasar por encima de una situación tan complicada; el problema es que lo que allí sólo duraba un capítulo aquí se extiende a toda la obra.
En fin, la idea de utilizar a un "diablo humano" como Yuki para azotar a los culpables de los males de Japón era brillante, pero se queda en casi nada debido al tratamiento demasiado pulp tanto del personaje como de los problemas a denunciar. Lo más curioso de todo es que el mismísimo Tezuka comenta en el epílogo que siente no haber alcanzado sus objetivos debido a su pobre narrativa y capacidad de expresión, y si el propio autor realiza una autocrítica semejante por algo será, ¿no?
MW se publicó por primera vez en 1976, y según el propio Tezuka surgió como intento de denuncia de algunos de los principales vicios que afectaban a la sociedad nipona por aquél entonces; sin embargo el principal detonante fue un escándalo de la época en el que el primer ministro aceptó un soborno multimillonario por parte de una empresa de armamento norteamericana. Esto movió al autor a escribir el argumento, que podría resumirse así:
Yuki, un joven bello e inteligente, trabaja en un banco de Tokyo y se oculta bajo una máscara de educación y buenas maneras, pero en su interior oculta a un monstruo cuyo principal interés es producir todo el daño posible a aquellos que le rodean; la única persona que conoce su secreto es Garai, sacerdote cristiano con el cual comparte una historia del pasado que les unió irremisiblemente, historia en la que se ve envuelto un arma secreta del gobierno con el nombre clave de MW (pronunciado Mu). Y hasta aquí puedo contar para no desvelar de la trama más de lo necesario. Sin embargo, como este no sólo es un blog de divulgación sino también de análisis y crítica, voy a copiar mi texto sobre la novela en cuestión. Si os han entrado ganas de leérosla, por favor, no sigáis adelante, pues seguramente lo que sigue os desalentará. Si no, tenéis mi bendición:
Después de la genial Adolf tenía las expectativas muy altas con esta otra obra de Tezuka, pero lamentablemente estas no se han visto cumplidas: y es que MW, aún resultando igual de dinámica narrativamente, se queda muy lejos de la intensidad y la solidez dramática de la obra ambientada en la 2ª Guerra Mundial. El problema es que Tezuka pretende hacer un repaso/crítica por los principales vicios que afectan a la sociedad nipona de los años 70, pero para ello elige un vehículo dramático que de tan rocambolesco pierde cualquier credibilidad, lo cual provoca que la lectura que se hace de esos males sociales se quede en anecdótica, superficial e incluso frívola.
Es difícil creerse la relación amor/odio entre el cura homosexual y el asesino ultrainteligente y escurridizo, pero en este caso el problema no es del lector sino de lo mal planteado que están los personajes, principalmente el de Yuki, una especie de super-villano invencible cuyo objetivo es destruir a la humanidad entera porque sí, por pura maldad. A lo largo del cómic uno espera que aparezca alguna motivación, algún matiz, que otorgue más dimensiones a un personaje tan extremo, pero no, Tezuka se queda en la superficie y se limita a utilizarlo para hacer avanzar la trama sin aportar más profundidad a su carácter; esto no me importaría si fuera un simple secundario, pero el problema se vuelve más grave al tratarse del principal protagonista, pues el núcleo de la obra pierde mucha sustancia debido a ello. Y su antagonista, el padre Garai, que debería actuar como contrapunto humano del implacable asesino, también se ve afectado por lo caricaturesco de las acciones de Yuki, pues su conflicto personal luce casi ridículo al lado de la magnitud de las barrabasadas cometidas por el otro; aún así, las partes de Garai resultan las interesantes de la obra, pues son aquellas en las que se vislumbra a un ser humano real y no a una caricatura de villano que casi deja al protagonista de Death Note (2003-2006) en personaje de Shakespeare.
Y aún optando por la opción de que la trama principal actúa como vehículo para tratar otros temas tampoco Tezuka lograría su propósito, pues estos asuntos (utilización de armas químicas peligrosas por parte del ejército, tratos ilícitos con gobiernos extranjeros, atentados provocados por la izquierda radical, tratamiento hipócrita de la homosexualidad por parte de los medios de comunicación, corrupción política, falta de solidaridad...) aparecen casi como comentarios a pie de página sin profundidad alguna; obviamente una novela gráfica no puede tratar con exhaustividad problemas tan complejos, pretender eso sería ridículo, pero no hubiera estado de más que el autor los introdujera de una manera más sutil, y no como menciones esporádicas que poco o nada aportan a esa trama principal. En ese sentido me recordaba a la parte final de Adolf en Israel, sin duda lo peor de aquél cómic, por la superficial manera de pasar por encima de una situación tan complicada; el problema es que lo que allí sólo duraba un capítulo aquí se extiende a toda la obra.
En fin, la idea de utilizar a un "diablo humano" como Yuki para azotar a los culpables de los males de Japón era brillante, pero se queda en casi nada debido al tratamiento demasiado pulp tanto del personaje como de los problemas a denunciar. Lo más curioso de todo es que el mismísimo Tezuka comenta en el epílogo que siente no haber alcanzado sus objetivos debido a su pobre narrativa y capacidad de expresión, y si el propio autor realiza una autocrítica semejante por algo será, ¿no?
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarOsamu Tezuka nunca ha sido de mis mangakas favoritos, muy a pesar de todos sus honorables epitetos. MW en particular tampoco me gustó, en definitiva por todo lo que apuntas. Siempre he preferido apostar por Naoki Urasawa aunque no tenga tantas obras reconocidas a sus espaldas, ni tantos años también hay que decir.
ResponderEliminarAhora están trabajando juntos con Pluto. Todavía no le he echado un vistazo así que ya estoy tardando.